miércoles, 21 de septiembre de 2022

,

Un examinador perverso


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Izcan
Martín

Corrección y edición
Juandavid
Carlos
Pretinaverse

※ ※ ※ ※ ※

——Érase una vez, una mujer.
 
La mujer era emocional. Siempre estaba llorando. Sensible al dolor, sollozaba constantemente.
El único motivo de su pesar era no poder perdonarse por su falta de fuerza.
 
A su alrededor, siempre estaba lleno de conflictos, luchas y agitación.
Por más que suplicara, por más que gritara, por más que lo intentara y por más que llorara y sollozara, la tristeza nunca terminaba. Así pues, ella empezó a maldecir su destino.
Tras maldecirlo una y otra vez, finalmente se dio cuenta: por muchas lágrimas que derramara, era inútil.
 
Y al darse cuenta, la mujer empezó a desear nada más que pura fuerza.
Con tal de obtener una fuerza que le permitiera deshacerse de todo y someter a otras personas, ella se esforzó al máximo, a su máximo absoluto, persiguiendo esa fuerza que tanto deseaba.

Lo que ella necesitaba no era una fuerza para hacer daño, y tampoco para robar.
La fuerza que ella buscaba era una tan abrumadora que la hiciera inalcanzable, una que ella creía que podría terminar toda violencia.
La mujer que había llorado tanto deseaba la fuerza para dejar de llorar.
 
Ella sabía que, si continuaba siendo débil, nunca podría detener una pelea basada en fuerza.
 
Su voz no alcanzaría a nadie. Sus deseos no se cumplirían. Aunque mantuviera lejos las penas, la tristeza aún cubría el cielo.
 
—¿Cómo podrían estar bien? ¿Cómo podían hacerse daño entre ellos? ¿Cómo pensaban vivir con aquellas cicatrices? ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Por qué no podían ver que existen otras maneras de vivir?
 
Mujer: Los niños están llorando. Los ancianos están llorando. Los hombres están llorando. Las mujeres están llorando. Todos están llorando. ¡¡ENTONCES, ¿POR QUÉ?!!
 
Para acabar precisamente con eso, ella deseó fuerza con todo su corazón.
Soportando todo dolor mientras se entrenaba, alcanzó una voluntad de hierro.
Finalmente, ella alcanzó su meta: una fuerza sin rival que la situaba en una posición abrumadora.
 
Gritó para detener la guerra plantándose en el campo de batalla.
Ella dedicó todos sus esfuerzos en doblegar toda fuerza con la suya propia, en aplastar toda tristeza, para destrozar toda malicia, y en detener la interminable corriente de lágrimas ante ella.
Golpeando a quienes blandían sus espadas, pateando a quienes usaban magia, destrozando a quienes mostraban sus colmillos, pulverizó a todos y cada uno de los que fuesen a buscar batalla.
 
Pero, mientras más luchaba y más fuerte se volvía, más aumentaba el número de espadachines, magos y colmillos.
Era como si hubiera entrado en una espiral de violencia interminable.
 
Nadie sabía cómo salvarse a sí mismo aparte de responder con violencia ante la violencia.
Y por eso, nadie conocía una manera de salvarse que no fuera venciendo en la batalla.
 
Mujer: ¡¡¿POR QUÉ?!!
 
Al final, aun sabiendo eso, respondió con violencia.
Estando cubierta de sangre y bajando sus puños que goteaban sangre, ella volteó su cabeza hacia el cielo y se lamentó.
 
La batalla no terminaría. Su esfuerzo, su trabajo duro, todo había sido en vano; ni sus lágrimas ni las de los demás dejarían de derramarse.
Finalmente, la desesperación brotó en el pecho de la mujer que se había esforzado sin parar.
 
Las lágrimas se desbordaron y cayeron por sus mejillas.
Las lágrimas que brotaban continuamente no eran cálidas, sino frías lágrimas de impotencia y desesperación.
Sin embargo, junto a ellas fluyó una emoción diferente y profunda.
 
Una tormenta despertó en su interior tiñendo su corazón de negro, su visión de rojo y su mente de blanco.
Con su rostro aún empapado con lágrimas, la mujer descubrió la verdadera identidad de esa emoción.
Ahora que conocía el nombre y los orígenes de esa emoción, ella finalmente lo comprendió.
 
Las lágrimas que siempre había estado derramando desde el principio hasta este momento no habían sido de tristeza, sino que siempre habían sido de rabia.
La gente llamaba a esa emoción Furia——no, la llamaban Ira.
 
A este mundo que forzó a otros a llorar; a quienes se rehusaron a dejar de pelear; a la absurda injusticia que es el fin de la vida; a todos ellos…
 
—Les golpearé con mis puños fuertemente.
 
En algún momento se levantó, limpió la suciedad de sus rodillas, y salió corriendo.
Lanzándose a la batalla que aún continuaba, ella golpeó el rostro de todos mientras gritaba.
 
—Paren de pelear. Miren al cielo. Sientan la brisa. Huelan las flores. Vivan, con sus familias y seres queridos.
 
Por primera vez, la voz de la mujer sacudió todo el campo de batalla.
Puños que podrían partir la tierra en dos, patadas que podrían hacer rugir los cielos, todo únicamente para que otros vivan.
 
Las heridas se cerraron, los gritos se disiparon y las rodillas cedieron ante el calor que se extendía mientras la batalla perdía su significado.
La vida volvió a lo mundano y las voces que lloraban desaparecieron del campo de batalla.
 
Cuando las lágrimas de las personas terminaron, sintieron gratitud hacia la mujer. Alzaron sus voces, agitaron sus manos y sonrieron.
Sin embargo, la mujer ya no se encontraba ahí.
 
Era de esperar.
La mujer aún tenía cosas que hacer. No tenía tiempo para mirar atrás, ni motivos para dejar de caminar.
Para cumplir su deseo de crear un mundo en el que nadie llore, donde no haya conflicto, donde nadie tenga que robar; ella corrió, y corrió, y siguió corriendo mientras lanzaba puñetazos.
Hasta el día en que todos dejen de llorar. Hasta el día en que las cálidas gotas dejen de rodar por sus mejillas.
 
——La Bruja de la Ira, que ardía con rabia hacia la tristeza misma, continúo corriendo por siempre.
 
 
    
 
 
Subaru: …
 
Una vez más, luego de encontrar el libro de un difunto y obtener el conocimiento que contenía, Subaru volvió a la realidad.
El libro abierto transmitió los muchos campos de batalla que atravesó y las convicciones que alguna vez sostuvo la persona nombrada en el libro cuando estaba viva; aunque eso sólo era una pequeña parte de su vida.
Aun entendiendo eso…
 
Subaru: … Eso fue duro.
 
Sintió como si una masa de plomo denso y pesado le obstruyera el pecho.
Para los humanos, sin excepción, un segundo es un segundo, un minuto es un minuto, un año es un año. No hay ningún instrumento para medir el peso de una vida; por lo tanto, el tiempo corre igual para todos.
Debería ser imposible transmitir los recuerdos de un periodo de tiempo tan grande, ya fuera mediante frases escritas en unas delgadas hojas de papel o mediante una técnica extraordinaria.
Aun así, aunque sólo lo había tocado, Subaru tuvo que esforzarse para mantenerse consciente y no dejarse arrastrar por el torrente de recuerdos ajenos.
 
Las huellas de una vida que fue dejada atrás eran, en efecto, grandes y pesadas.
 
Emilia: Subaru, ¿estás bien?
 
Subaru: … Sí, estoy bien. Me encuentro bien. Sólo estoy un poco mareado, eso es todo.
 
Emilia: Eso no es lo que significa estar bien…
 
Cerrando el libro que sostenía, Subaru lo devolvió a la estantería mientras Emilia lo observaba. Al encontrarse con la mirada de Emilia, Subaru cerró un ojo y señaló el libro que había devuelto.
 
Subaru: Encontré otro volumen de los libros de las brujas. Esta vez… bueno, era el libro de la menos cuestionable de las brujas. Aunque, igualmente era un poco rarita.
 
Emilia: Rarita… ¿Sekhmet?
 
Subaru: Esa es una de las más raras del grupo, ¿no crees? Espera, ¿conoces a Sekhmet?
 
Se suponía que Emilia conoció a Echidna en la fiesta del té de las brujas en la tumba del Santuario, pero Subaru nunca le preguntó si había conocido a las demás. Subaru asumió que Echidna había hecho una excepción con él y, por ende, no había dejado que Emilia conociera a las otras cinco brujas. Por eso, Subaru se sorprendió al escuchar el nombre de Sekhmet salir de la boca de Emilia.
 
La Bruja de la Pereza Sekhmet; la dejadez de esa mujer era tan profunda, que incluso dejó que su cabello magenta siguiera creciendo, convirtiéndose en una larga melena; pero, dejando su comportamiento de lado, era la más razonable entre las brujas.
 
Subaru: Si conoces a Sekhmet, ¿qué hay de las demás brujas? Como, por ejemplo, la de este libro, Minerva.
 
Emilia: No, lo siento. No conocí a nadie más aparte de Echidna y Sekhmet en la Tumba. Y apenas hablé un poco con Sekhmet.
 
Subaru: Ya veo. Bueno, no importa. Aunque la conocieras, esto no es algo que te gustaría ver de todos modos.
 
Al ver a Emilia cabizbaja, Subaru le mostró una sonrisa forzada y golpeó suavemente un lado de la estantería.
Al palpar los estantes que guardaban los recuerdos de los difuntos, se notaba que estaban hechos de un material extraño: no parecían de madera o acero, y al presionarlos tampoco se movían.
 
De momento, Subaru y compañía habían comprendido que los numerosos libros acomodados en los estantes de la biblioteca del tercer piso —Taygeta— contenían y evocaban los recuerdos de los difuntos.
Así, continuaron con su ardua búsqueda de una simple cosa.
 
Emilia: Dejando eso de lado, me pregunto en dónde estarán las escaleras al siguiente piso.
 
Subaru: No se me ocurre nada por ahora.
 
Emilia ladeó la cabeza pensativa, y Subaru, del otro lado, bajó la mirada suspirando.
Ahora mismo, el problema que les darían tras haber superado el Examen del tercer piso —Taygeta— no era lo que les preocupaba, sino dónde estaban las escaleras que los llevarían al segundo piso para desafiarlo.
 
El espacio blanco donde estaba el monolito había desaparecido, abriendo la Gran Biblioteca de Taygeta.
Gracias a eso, obtuvieron acceso a sentir los recuerdos de los difuntos; lo cual sin duda era muy valioso, pero…
 
Subaru: Sopesándolo, este lugar no nos es de mucha ayuda por ahora.
 
Encontrar la información que necesitaban en esos libros era una tarea titánica, no sólo por tener que encontrarla en las memorias de los difuntos cuyos rostros y nombres conocieran, sino porque no podían elegir recuerdos concretos, requiriendo una cantidad absurda de tiempo y suerte.
Y en este momento, no les sobraba ninguna de esas dos cosas. Especialmente el tiempo, y Subaru no tenía la confianza suficiente para mentir diciendo que le acompaña la buena suerte.
 
Subaru: Así que la información que buscamos quizá esté en los pisos superiores, o así debería ser.
 
Emilia: Pero no hay forma de llegar al siguiente piso. Salté encima de las estanterías, pero no funcionó.
 
Subaru: Emilia-tan, eres bastante intrépida, ¿verdad?
 
Emilia apuntó al techo recordando su intento.
Durante la infructífera búsqueda de las escaleras que llevaban al piso superior, Emilia había trepado el círculo más exterior de las estanterías de la biblioteca. Los muebles formaban círculos concéntricos, a cada cual más alto cuanto más se alejaban del centro. Pero ni siquiera cuando ella subió al más alto pudo alcanzar el techo.
 
Por cierto, a pesar de lo mucho que se agitó la falda corta de Emilia cuando subió la estantería, lo hizo de tal forma que no se le vio nada desde abajo, extrañamente.
Cuando Subaru lo mencionó disimuladamente, Emilia simplemente tocó el dobladillo de su falda y dijo
 
Emilia: Lo aprendí de Puck. Emm, ¿cómo era? ¿Una dama siempre debe ser elegante y moverse con gracia? No te preocupes, siempre tengo cuidado.
 
Subaru: Quiero elogiar a Puck, pero también quiero reprochárselo; qué dilema. … En fin.
 
Emilia no había logrado forzar físicamente su llegada al siguiente piso.
En otras palabras, había algún truco no sólo para que apareciera la biblioteca, sino también para que apareciera la escalera que les permitiese avanzar por la torre.
Si fuera tan difícil, el desafiador perdería la motivación, pero el creador de la atalaya —Flugel— debió haberlo considerado. Era detestable.
 
Subaru: Cielos, cómo me gustaría ver su rostro… Pero incluso su apariencia es un misterio.
 
Julius: —Subaru, ¿me permites un momento?
 
Mientras Subaru se quejaba, una voz lo llamó desde detrás. Julius hurgaba entre los libros de otra estantería, apartado de Subaru y los demás. Al verlo acercarse junto a Anastasia, Subaru levantó la mano.
 
Subaru: Claro. ¿Has encontrado algo?
 
Julius: Desafortunadamente, nada que valga la pena mencionar. Desde aquel libro, no he podido encontrar ninguno más con un nombre que conozca. Veo que por aquí están en la misma situación.
 
Emilia: No es así. Subaru se esforzó y encontró otro tomo, lo hojeó y empezó a tambalearse un poco. ¿Verdad, Subaru?
 
Subaru: Como Emilia-tan parece orgullosa de mí por eso, me aprovecharé; pero es cierto.
 
Julius: Entiendo. Ten cuidado, por favor.
 
Cuando se tocó la sien donde sintió una ligera incomodidad, Subaru frunció el ceño, y entonces Julius volteó su rostro hacia otro lado desinteresadamente. Al ver desde el lado esa interacción entre ambos hombres, Emilia empezó diciendo Pero… antes de proseguir.
 
Emilia: Así que Julius y Anastasia tampoco han podido encontrar las escaleras. Es muuuy problemático.
 
Julius: Entiendo su preocupación, Emilia-sama. No obstante, si asumimos que dentro de esta biblioteca reposan los nombres de todos los muertos en la historia hasta el presente, me temo que —y no es por ser pesimista— no podremos progresar demasiado. Necesitamos muchas más personas, algo así como toda la población de un país.
 
Julius dijo esa sugerencia con cara seria y agria.
Subaru no tenía ninguna objeción ante aquella idea. Ya habían conquistado las Dunas de Auguria, por lo que, si alguien quería llegar a la atalaya, sólo debía evitar el nido de mabestias. Eso en sí era una odisea, pero…
 
Julius: Ahora, el camino hasta la torre está despejado. Considero que valdría la pena reportar la existencia de esta biblioteca misteriosa a la capital. Así podríamos usarla con mayor eficiencia.
 
Subaru: Sin duda contiene información muy valiosa… Pero también estoy seguro de que aparecerían muchos fanáticos de la historia como tú, ¿no?
 
Julius: Ese es un mero efecto secundario.
 
Al oír la respuesta sagaz de Subaru, Julius respondió rápidamente y se quedó en silencio. Pero enseguida suspiró y dijo No cerrando los ojos.
 
Julius: Estaría mintiendo si dijera que no lo esperaría. Me disculpo; sólo pensaba en mis propios deseos.
 
Subaru: Vamos, no te desanimes así. ¿Y qué si eres egoísta? Si es tan malo, ¿qué dices de mí? Siempre me esfuerzo sólo si es por mi propio beneficio.
 
La filosofía de Subaru era nunca actuar altruistamente sólo por vocación, y siempre esperar algún tipo de recompensa por eso; pensar siempre y únicamente en sí mismo.
Por eso no podía compararse con caballeros como Julius o Reinhard.
 
Subaru: No es necesario privarse de eso deliberadamente. Quiero decir, si mal no recuerdo, Anastasia-san quiere ser gobernante por motivos bastante egoístas. ¿Me equivoco?
 
Anastasia: No, así es. Quiero ser gobernante pa’ satisfacer mi ambición. Cuando lo logre, ganaré musho má’ dinero. Eso es to’o.
 
Ante la observación grosera de Subaru, Anastasia se rio sin sentirse ofendida en absoluto y acarició con suavidad el pelaje blanco de su piel de zorro.
 
Anastasia: Es por eso que me resurta tan curioso que Julius sea mi caballero. O ar menos eso pienso, pero… ¿no le suce’e lo mismo a Emilia-san y compañía?
 
Subaru: Personalmente opino que es mejor que su equipo no concuerde; si la falta de armonía entre ustedes hace que su facción se disuelva, para nosotros sería lo mejo— ¡Auch! ¡Eso dolió, Emilia-tan!
 
Emilia: No digas cosas feas. ——Por mi parte, no estoy familiarizada con Anastasia-san y su facción, por lo que no puedo opinar demasiado. Pero no importa qué tan buenos sean mis oponentes, me esforzaré a mi manera, junto a mis caballeros.
 
Al mencionar a sus caballeros, Emilia tiró de la manga de Subaru e infló el pecho. Viéndola de perfil, Subaru dio un largo suspiro por su nariz.
 
Emilia: ¡Quizá seamos bisoños, pero no perderemos!
 
Subaru: ¿Quién dice «bisoños» hoy en día? …¡Auch! ¡Duele!
 
Emilia pellizcó el brazo de Subaru por burlarse de ella, y él saltó rápidamente para escapar del castigo. Los rostros de Julius y Anastasia se relajaron al ver aquella escena.
En especial el de Julius, quien había dejado atrás su aura de autorreflexión.
 
Julius: … A veces, ustedes dos pueden llegar a asustarme. Jamás sé cuándo están actuando, o cuándo hablan en serio.
 
Subaru: Dejando de lado mi caso, Emilia-tan siempre habla en serio. Eso es lo que la hace adorable, ¿verdad?
 
Julius: Lo tendré en mente.
 
Moviendo su mentón, Julius le puso fin a la conversación que había descarrilado y llegado a su última estación, por ahora. Y entonces, Anastasia aplaudió para regresar al tema principal.
 
Anastasia: Bueno, vorviendo ar tema anterior… Tenemo’ poco personal, así que proponen traer gente de afuera, ¿verdad?
 
Julius: Sí, así es. Ahora mismo, creo que es un buen momento para traer a un gran equipo de investigación a la torre, dado que hay poco de qué preocuparse en las dunas. Si con eso logramos no solo encontrar el camino a los pisos superiores, sino también hacer algún tipo de descubrimiento en esta biblioteca—
 
Anastasia: —Es cierto, pero eso me inquieta musho.
 
Julius: ¿Le inquieta?
 
Cortando el discurso fervoroso de Julius, Anastasia agitó la cabeza.
Y cuando Julius frunció el ceño, ella dijo ¿Argo así? levantando un dedo hacia él.
 
Anastasia: Sin du’a yo también recibiría con los brazos abiertos traer má’ mano de obra. Dar vuertas buscando por esta biblioteca ya es un reto en sí mismo; pero si a eso le sumamo’ mi baja estatura, er resurta’o es que mirar to’as estas estanterías de libros me ‘tá matando er cuello.
 
Y diciendo Pero… mientras se frotaba la nuca, Anastasia prosiguió.
 
Anastasia: Me pregunto si rearmente pue’en entrar mushas personas en esta torre.
 
Julius: …
 
Anastasia: Una de las bases en los negocios es conocer er punto de vista de la otra persona. Aunque diga bases de los negocios, en reali'ad es argo útir para la vida en generar. Así que intentemo’ analizarlo de esa forma.
 
Julius: ¿Conocer el punto de vista de la otra persona? Pero ¿quién sería?
 
Anastasia: Aquer que construyó la torre, preparó los Exámenes y dejó atrás a Shaula. Esa persona. Pónganse en sus zapatos un momento, y entenderán.
 
Subaru: ¿Que su personalidad es retorcida?
 
Anastasia: Sí, creo que se le zafaron varios tornillos.
 
Subaru torció los labios, y Anastasia asintió.
Al escucharlo, los siempre serios Emilia y Julius pusieron cara de resultarles difícil de entender. En cambio, Subaru y Anastasia parecían estar en sintonía debido a sus malas personalidades.
 
Si la persona con esa personalidad intentaba aumentar la dificultad para conquistar la torre, entonces el argumento de Anastasia sería muy plausible.
 
Subaru: ¡Shaula! Tengo una pregunta, ven.
 
Shaula: ¿Gran Maestro? ¡¡Ya, ya; voy en camino!!
 
Cuando la llamaron, la figura de Shaula se elevó con un salto desde el otro lado de una gran estantería.
Con los brazos extendidos, una gran sonrisa, y oscilando la coleta por el aire, saltó al pecho de Subaru…
 
Shaula: ¡Gran Ma-es-tro!
 
Subaru: Nop.
 
Shaula: ¡Superkyaa!
 
Rotando su cuerpo ágilmente dando un simple paso, Subaru esquivó por un pelo el fuerte abrazo de Shaula, quien no pudo frenar y su rostro se estrelló contra el suelo. Con los brazos aún en el suelo, lo miró con reproche.
 
Shaula: Buaaa… el Gran Maestro es realmente malo.
 
Subaru: No, no es que te haya querido esquivar por ser tú, sino que mi cuerpo se movió por reflejo para evitar un ataque a toda potencia.
 
Shaula: ¡¿O sea que le puedo abrazar si voy más despacio?!
 
Subaru: ¿Eh? No, gracias.
 
Shaula: ¡¿Por qué?! ¡¿Qué es lo que no le gusta de mí?! ¡Con lo GLAMUROUS que soy! ¡Con lo BITCH que soy!
 
Subaru: ¿Así que BITCH? Pues por eso entonces.
 
Quejándose a todo pulmón, Shaula abucheó a la actitud fría de Subaru. Y, mientras hacía pucheros, dos pequeñas se acercaron desde donde ella había saltado.
 
—Dejando de lado sus apariencias, Beatrice y Meili son una combinación inusual.
 
Como si leyera ese pensamiento en los ojos de Subaru, Beatrice se alejó un poco de Meili.
 
En apariencia, Beatrice y Petra tienen la misma edad, pero Beatrice trazaba una línea bastante clara entre el modo en que la trataba a ella y el modo en que trataba a Meili.
Por supuesto, no podía tratar igual a Petra que a Meili, la primera era una aliada de la misma facción, y la segunda había sido una asesina involucrada en el incendio de la Biblioteca Prohibida y la Mansión Roswaal.
 
Subaru: No harás ningún amigo si sigues siendo tan tímida con todos, ¿sabes?
 
Beatrice: ¿De qué estás hablando tan de repente, supongo? En fin, Shaula desapareció en medio de la conversación, así que nos acercamos, de hecho.
 
Subaru: Ah, ¿les corté la charla? Lo siento. ¿Encontraron algo?
 
Beatrice: … Nada en particular, supongo. Y pensándolo bien, tampoco podía llamarse una conversación, de hecho. Sí, no lo era, supongo.
 
Subaru: ¿—?
 
Beatrice desvió la mirada para evitar responderle a Subaru.
Antes de que el confuso Subaru pudiera insistir frente a la respuesta fría de Beatrice, Shaula se irguió de nuevo.
Se levantó usando sólo la fuerza de su abdomen y…
 
Shaula: Bueno, que el Gran Maestro sea supermalo no es ninguna novedad. Puedo recuperarme por mí misma. O sea, poder levantarme rápido es uno de mis dones.
 
Julius: Eso y tu cooperación, señorita Shaula, nos es de gran ayuda. Por cierto, ¿puedo hacerte una pregunta?
 
Shaula: ¿Cuál? Pero aviso de antemano que sólo me seducen las palabras del Gran Maestro.
 
Julius: Admito que eres una mujer atractiva, pero me temo que deberé postergar la cita a cenar. —Me gustaría preguntarte y confirmar algunas cosas de esta torre.
 
Al ver que Shaula tenía una postura firme impropia de una BITCH, Julius esquivó por completo el tema con unas palabras para ligar elegantes. La respuesta de Julius hizo que incluso Shaula abriera los ojos como platos, algo nada común en ella, y respondiera Ah, vale dócilmente.
 
Julius: Te agradezco. Entonces, para empezar, ¿conoces la ubicación de las escaleras al segundo piso?
 
Shaula: ¿Las escaleras al segundo piso: Electra? Ni idea. Nunca fui más allá del cuarto piso, así que no lo sé.
 
Julius: De por sí, eso es impactante.
 
Según lo que Shaula había declarado, había estado en la atalaya por unos cuatrocientos años.
Si, en todo ese tiempo, se había privado de explorar la torre en la que vivía para vigilar las dunas, entonces era demasiado leal hacia su Gran Maestro.
Honestamente, a Subaru le molestaba bastante que lo confundieran con alguien como ese Gran Maestro.
 
Anastasia: Julius, ¿pue’o interrumpirlos un momento?
 
En lugar de Julius, esta vez fue Anastasia quien se encaró hacia Shaula. Anastasia tomó el turno para preguntar en lugar de su caballero, mientras Shaula se veía reflejada en los ojos azules de Anastasia.
 
Anastasia: Esa es tu posición, ¿no? Pa’ ser má’ específicos, eres la vigilante de la torre… no, de la Gran Biblioteca Pleya’es, ¿cierto?
 
Shaula: EXACTLY.
 
Anastasia: Ya veo. Si mis cárculos son correctos, son cuatro… no, ¿cinco?
 
Anastasia levantó la mano derecha con los cinco dedos abiertos. Shaula no entendía a dónde trataba de llegar, por lo que se limitó a mirarla y pestañear.
Pero…
 
Anastasia: … Las reglas secretas que te encomendaron para proteger la torre, son cinco, ¿cierto?
 
Shaula: …
 
Anastasia sonreía con gracia; mientras que Shaula, por primera vez desde que llegaron a esta torre, 
enmudeció.
Las dos se quedaron mirando la una a la otra, cara a cara. Pero la sacudida de hombros involuntaria de Shaula habló más claro que el agua: Anastasia había dado en el clavo.
 
 
    
 
 
Shaula: En primer lugar, no traté de superesconder nada. O sea, simplemente no dije nada porque no me lo preguntaron. Anoten eso, por favor.
 
Subaru: Dinos todo lo que sabes de una maldita vez.
 
Una vez que Anastasia expuso su secreto, Subaru rechazó cualquier intento de excusa que Shaula intentara usar.
En respuesta a la presión a la que la sometían, Shaula juntó las puntas de los dedos y dijo,
 
Shaula: Si, por ejemplo, el Gran Maestro y el resto trataran de salir de la torre en secreto o algo así, tendría que matarlos sin piedad.
 
Subaru: ¡¿Y ese cambio tan repentino?!
 
Shaula: ¡No es que quiera hacerlo! Es sólo un caso hipotético. Tenga en cuenta que no puedo oponerme a ninguna superorden.
 
Subaru miró fijamente a Shaula cuando ésta reveló sus intenciones hostiles, a lo que ella se encogió y sacudió la cabeza. Entonces se acurrucó como una bola, apretando su exuberante pecho contra las rodillas.
 
Shaula: De todas maneras, no puedo matar al Gran Maestro. Me matarían antes de que pudiera hacerlo, y eso sería todo, así que esa orden es superagobiante.
 
Subaru: Si tanto te molesta, ¿por qué no te rehúsas? …Espera, no irás a decir que has hecho un contrato o algo así, ¿verdad?
 
Dijo Subaru teniendo un mal presentimiento.
Tendría mucho sentido si uno pensaba en la identidad de Shaula. Por cuatrocientos años, tomó el lugar del Sabio en la torre, y resguardó el santuario que sella a la Bruja como la vigilante de la torre.
Con ese rol que requería demasiada paciencia, y habiéndolo cumplido por los últimos siglos… Ni su longevidad ni su forma de vida podían ser humanos.
 
Subaru: ¿Tú también… eres un espíritu como Beako?
 
En base a una promesa falsa, Beatrice estuvo encerrada en la Biblioteca Prohibida por cuatrocientos años.
Si, al igual que ella, Shaula había pasado todos esos años derribando a cualquiera que se acercara a la atalaya, esperando que aparezca aquel que cumpliera las condiciones, entonces podía ser que ella y Beatrice fueran el mismo tipo de ser…
 
Shaula: De ninguna manera. O sea, no toleraré que me comparen con esas bolas esponjosas a las que llaman espíritus. Me superrehúso… ¡Todos me están viendo con caras aterradoras de repente!
 
Subaru: ¡Es porque el 80 % de los aquí presentes están relacionados con los espíritus!
 
Después de todo, había tres usuarios espirituales, contando también a los principiantes. Además, una jovencita en particular era un espíritu, y otra estaba poseída por un espíritu artificial. Las únicas que no tenían relación con los espíritus eran las hermanas oni en el piso de abajo, y la pequeña que, por algún motivo, miraba a Shaula de forma traviesa: Meili.
Por ende, el comentario de Shaula no le había caído bien a la mayoría de los presentes.
Sin embargo…
 
Subaru: Dejando eso de lado, ¿qué demonios eres tú? Si no eres un espíritu, no entiendo por qué cumplirías con tu contrato con tanta desesperación.
 
Emilia: ¿Cómo has dicho, Subaru? Aunque no seas un espíritu o un usuario de artes espirituales, si haces una promesa, debes cumplirla. Las promesas son importantes. Repítelo.
 
Subaru: Ah, lo siento, fue mi error, sólo era una forma de hablar…
 
Emilia: Las promesas son importantes. Repítelo tres veces.
 
Subaru: Las promesas son importantes. Las promesas son importantes. Las promesas son importantes.
 
Al recibir inesperadamente el reproche de Emilia, Subaru repitió la frase tres veces para que lo perdonara.
En cualquier caso, dejando de lado los disparates accidentales de Subaru y Emilia, la severa actitud obstinada de Shaula no eran fáciles de entender para el resto.
No parecía deberse simplemente a un gran sentido del deber.
 
Julius: Lo que nos importa ahora es saber qué órdenes recibió la señorita Shaula. Tienen el mal hábito de irse por las ramas en las conversaciones. Les agradecería que fueran más conscientes de ello.
 
Subaru: Como si fuera mi culpa… ¡Está bien! ¡Fue mi culpa, todo fue mi culpa! ¡Lo admito, así que déjalo ya, maldito!
 
Shaula: Wow, eso fue superrepentino, justo como se esperaría del Gran Maestro. Les diré.
 
Al ver a Subaru acercarse con una expresión amarga y patética, Shaula lució satisfecha y juntó de golpe las palmas. Luego se aclaró la garganta y, con una actitud extrañamente seria,
 
Shaula: Entonces… Humildemente les presentaré las órdenes que recibí. En primer lugar, no debo permitir que los retadores abandonen la Gran Biblioteca Pléyades.
 
Subaru: Así que ahora estamos atrapados.
 
Shaula: ¡No pasa nada! ¡Hay una forma de salir! Sin em-bar-go, una vez superen los Exámenes de la Gran Biblioteca y alcancen el primer piso Maia, podrán irse sin problemas. ALL OK.
 
Shaula mostró el pulgar arriba mientras explicaba.
 
Shaula: Por cierto, si incumplen esa condición, me transformaré superrápidamente en una KILLING MACHINE a sangre fría, por lo que romperé la promesa con el Gran Maestro, y me interpondré en su camino.
 
Subaru: Así que eso tiene más prioridad que nuestra promesa, ¿eh? Eso duele un poco.
 
Shaula: Woow, si pude herir al Gran Maestro, ¡significa que me he vuelto más fuerte! ¡Es un claro progreso! ¡Los frutos de cuatrocientos años!
 
Subaru: ¡Sólo bromeaba!
 
Shaula: ¡Yo también!
 
Luego de la aguda disputa, Shaula alzó el segundo dedo. Y agitando rítmicamente los dedos que tenía alzados,
 
Shaula: Prosigo. Ya me estoy cansando de esto, así que los diré de carrerilla. Primero, está prohibido irse sin completar los Exámenes; segundo, está prohibido romper las reglas de los Exámenes; tercero, está prohibido faltar al respeto a la biblioteca; cuarto, está prohibido dañar la torre; quinto, eh… el quinto era… ah, no hay quinta regla.
 
Emilia: Así que en total son cuatro reglas, pero…
 
Asimilando el inarticulado discurso de Shaula, Emilia volteó para mirar a Subaru y el resto. Subaru entendía bien las preocupaciones y miedos que tenía Emilia.
Las reglas de las que habló Shaula eran, en principio, fáciles de seguir; pero había algunas cosas que no cuadraban del todo. El problema en particular era con…
 
Subaru: Tengo algunas dudas respecto a la de «está prohibido romper las reglas de los Exámenes».
 
Julius: Parece haber una regla escondida que desconocemos.
 
Julius coincidió con Subaru, quien se tocó el mentón, perdido en sus pensamientos.
Al menos para el Examen del tercer piso Taygeta, Subaru y el resto no habían recibido nada de información relacionada a las reglas, y tampoco tuvieron ningún problema con el monolito y su asterismo.
En dicho Examen, si alguien tocaba el monolito erróneo, quedaban descalificados, pero…
 
Anastasia: Normas, reglamentos… Me suena a malas noticias, ¿soy la única?
 
Emilia: … La Prueba allí en la Tumba se bloqueaba por un día para el retador que no pudiera pasarla. De alguna forma me resulta similar a los reintentos que hicimos en el Examen anterior, puede que—
 
Emilia se detuvo antes de terminar, y se mordió el labio. Sus ojos amatistas temblorosos apuntaron a Subaru, quien asintió en respuesta.
 
Subaru: Si tienes algo en mente, dilo. No te preocupes, no me burlaré de ti sin importar lo que digas.
 
Emilia: Sí, entendido. Verán, Subaru y Anastasia-san decían que la persona que hizo esta torre es muuuy mala, ¿verdad?
 
Subaru: Usas palabras adorables, pero es cierto. ¿Qué pasa con eso?
 
Emilia: Ponerse en los zapatos de la otra persona también es importante. En otras palabras, considerando lo que ha dicho Shaula justo ahora, e imaginando cómo se comportaba esa persona muuuy mala, es como si…
 
Todas las miradas estaban sobre Emilia; ella se lamió los labios, juntó las palmas y, apuntando al techo,
 
Emilia: Hay reglas que debemos seguir, pero no sabemos cuáles son… Eso es cruel, ¿no creen?
 
Subaru: … Es decir que…
 
Emilia: Debemos suponer cuáles pueden ser las reglas, y avanzar hacia arriba sin romperlas.
 

 
Ante las preocupantes palabras de Emilia, los demás allí presentes se miraron entre sí.
Al ver eso, Emilia bajó sus ojos bordeados por largas pestañas.
 
Emilia: Siento que Echidna haría algo como esto.
 
Subaru: … Emilia-tan, quién diría que pensaríamos en la misma persona cuando se trata de personalidades horribles. Pensamos de forma parecida.
 
Por lo menos, esa frase hizo que Subaru creyera un poco más en sus propios pensamientos.
El dueño de la personalidad malvada que mencionó Emilia——Subaru sentía que era bastante acertado.
 
Establecer reglas que no deben romperse, pero no decirle al propio retador cuáles eran.
Era una elaboración que transmitía bastante mal gusto y mala personalidad.
 
Subaru: Por cierto, ¿eres tú quien va a juzgar si las reglas se rompen o no?
 
Shaula: Parece que empieza a comprenderlo. Supuestamente me daré cuenta en el momento que haya alguna violación a las condiciones que acabo de mencionar. Y por eso, engañar no es posible; ya sea yo o el Gran Maestro y sus amigos; es superimposible.
 
La dócil voz expresaba un poder misterioso en lo último que dijo.
No se trataba del poder físico de Shaula, sino todo lo contrario.
 
——Había algo mucho más poderoso que Shaula, que podía hacerla actuar de esa manera.
 
Subaru: Ya era una mala broma, pero ahora se suma otra broma de mal gusto. A buenas horas.
 
Julius: A veces, siento envidia de la forma en la que hablas.
 
Dijo Julius al ver a Subaru suspirar y murmurar aquello. Entonces, cuando Subaru se dio la vuelta y vio de perfil el apuesto rostro de Julius, se encogió de hombros y…
 
Julius: ¿Así que, como imaginaba, adquiriste esa actitud por ser comparado siempre con gente de mayor rango que tú? En ese caso, me temo que nunca podré alcanzar tal experiencia.
 
Subaru: Tienes que tener más miedo de lo que hay alrededor de tus pies. Tu meñique se va a golpear contra la esquina de un escritorio. Golpéate.
 
Anastasia: Sí, sí; que los buenos amigos discutan ‘tá bien y to’o eso, pero no orvidemo’ er tema principar.
 
Separando a Julius y a Subaru, Anastasia se acercó para contemplar a Shaula.
 
Anastasia: ¿De verdad eso es to’o entonces? A parte de eso, ¿no hay na’ má’ de que preocuparse?
 
Shaula: Lo superjuro; esta vez digo la verdad. Además, mientras no se rompan las reglas, mi cuerpo seguirá siendo mío. No, espera. Seguirá siendo del Gran Maestro.
 
Subaru: No lo quiero.
 
Shaula: ¡Me rechazó! ¡Pero mi corazón siempre estará con el Gran Maestro!
 
Subaru: Tampoco lo quiero.
 
Con las manos en la cintura, Anastasia reconfirmó todo lo que Shaula había dicho en pocas palabras, con algunas palabras innecesarias añadidas por Shaula, junto con su actitud en eventos recientes. Le llevó un rato, pero consiguió confirmar que la promesa de Subaru con ella —de no hacerle daño a él ni a sus compañeros— seguía intacta y pensaba cumplirla.
Por supuesto, con la condición de que todavía no se haya roto ninguna de las reglas.
 
Emilia: En cualquier caso, que no podamos salir a menos que completemos el Examen… Empieza a parecerse bastante a las Pruebas del Santuario.
 
Subaru: Nah, en el peor de los casos, mientras venzamos aquí, todos podremos irnos a casa, ¿verdad? Es más laxo que en el Santuario.
 
Shaula: ¡El Gran Maestro nunca haría algo así! ¡Era el más superbondadoso! ¡Tenía el corazón más supergrande de todos! ¡Oh no, me pica el cuerpo porque he mentido!
 
Presa de las consecuencias, Shaula se retorcía mientras Emilia y Subaru la miraban con expresiones de decepción.
Por el momento, eso sería todo lo que podrían obtener de Shaula.
 
Meili: ¿Ya terminaron de hablaar? ¿Ya puedo ir con la onee-san desnudaa?
 
Subaru: Ya terminamos, ya terminamos. Adelante, haz lo que quieras. Oye, te has encariñado mucho con ella, ¿no?
 
Al considerar que la charla había terminado, Meili, que se había mantenido fuera de la conversación, corrió hacia Shaula y, agarrando sus delgados hombros, se subió a su espalda.
Ese era el lugar en el que Meili se sentía más cómoda desde que entró a la torre. Para Shaula, que había levantado el carruaje de dragón como si nada, Meili debería ser tan ligera como una pluma.
 
Meili: Por algún motivoo, cuando estoy con onee-san me siento muy segura.
 
Shaula: Bueno, a mí me da igual. O sea, puedo cuidar de la pequeñaja número dos sin problemas.
 
Subaru: ¿Número dos?
 
Shaula: Pequeñaja número dos es esta, y la número uno es aquella de ahí.
 
Con Meili todavía a su espalda, Shaula señaló a Beatrice como número uno.
Beatrice no respondió al comentario grosero de Shaula. Tomando en cuenta su personalidad, ella normalmente se habría puesto roja y habría golpeado a Shaula con toda su fuerza, pero…
 
Subaru: Espera un segundo, hace tiempo que no habla. ¿Está todo bien?
 
Beatrice: …
 
Subaru: ¿Beako? Oye, Beatrice. Pon atención, vamos. Te besaré la frente si no lo haces.
 
Beatrice: … Haz lo que quieras, de hecho.
 
Subaru: …
 
Como si apenas escuchara, Beatrice respondió. Al verla apática, Subaru frunció el ceño.
Y entonces…
 
Subaru: Muuua
 
Beatrice: ¡¿Ngyah supongo?!
 
Sintiéndose algo molesto, realmente le besó la frente. Inmediatamente Beatrice volvió en sí, se cubrió la frente y se alejó de un salto. Luego se tropezó. Luego se levantó. Y volvió a tropezar.
 
Subaru: Estás demasiado agitada.
 
Beatrice: ¡¿Qu-, qu-, qué, qué haces de repente, de hecho?! ¡Tu forma de pensar no tiene sentido, supongo!
 
Subaru: Mi forma de pensar tiene perfecto sentido, hasta conseguí tu permiso. ¿De verdad estás bien?
 
Sintiéndose un poco dolido por la forma en que ella restregó desesperadamente la parte donde la había besado, Subaru se preocupó por la niña.
Ahora que lo pensaba, estaban en una torre en medio de unas dunas con una historia turbia. Subaru no lo entendía muy bien, pero había algún tipo de miasma fluyendo por aquí, así que esa podría ser la causa.
 
Subaru: Si no te sientes bien, sólo toma mi mano. Así te sentirás mejor, ¿verdad?
 
Beatrice: ¡Eso no sucederá, de hecho! ¡Dame un poco de tiempo para calmarme, supongo!
 
Con la cara roja como un tomate, Beatrice chilló Kyaa a Subaru, por lo que éste se apartó encogiéndose de hombros. El hecho de que se negara incluso a tomarse de la mano lo sorprendió un poco, pero el resto de su actitud era igual que siempre.
Si había algo realmente preocupante en ella, le preguntaría más tarde.
 
Subaru: En fin, en ese caso, el otro problema es…
 
Julius: Que al final, no nos queda más remedio que andar a tientas en busca de las escaleras al segundo piso, ¿no?
 
Julius terminó la frase de Subaru mientras los dos se giraban de nuevo hacia las estanterías.
La razón por la que parecían un poco desanimados era que necesitaban un poco más de mano de obra que los ayudara para hacer frente a esto, pero debido a las órdenes que Shaula había recibido, tuvieron que renunciar a esa idea.
Si no podían completar los Exámenes, no se les permitiría abandonar la torre; y por ende, no tenían permitido volver a las dunas para buscar gente.
 
En conclusión, no había más opción que continuar la búsqueda con los miembros presentes.
 
Subaru: ¿Lo entenderías si te digo que «es como buscar un grano de oro en una montaña de arena»?
 
Julius: Hablar con palabras tan poéticas no es propio de ti; sin embargo, estoy completamente de acuerdo.
 
Por raro que fuera, ante el gran obstáculo que los obstruía, Subaru y Julius se llevaban bien.
Quedándose de brazos cruzados no lograrían nada, así que se sumergieron una vez más en el mar de libros para encontrar un camino hacia el siguiente piso, o así lo habían decidido cuando…
 
Emilia: E~y, he pensado un poco en ello, y…
 
Emilia levantó ligeramente la mano e interrumpió a los dos que volvían a enfrentarse a la biblioteca con renovado entusiasmo.
Ladeó la cabeza hacia ellos, y llevándose un dedo a los labios,
 
Emilia: He estado pensando desde hace un rato que quien construyó la torre tiene una personalidad deshonesta.
 
Subaru: Tu elección de palabras se está volviendo adorable, pero tienes razón. ¿A dónde quieres llegar?
 
Juntando todo lo que habían hablado en la conversación anterior, Emilia dijo Entonces antes de proseguir.
 
Emilia: Es sobre dónde podría estar la escalera; ¿podría ser en…?
 
 
    
 
 
Subaru: Lo reitero: ¡¡el que creó esta torre tiene la personalidad más asquerosa en el mundo!!
 
Parado frente a la larga escalera caracol que llevaba al segundo piso Electra, Subaru gritó su indignación.
El lugar donde Emilia pensó que estaría la escalera que conducía al segundo piso era…
 
Emilia: Pensé que podría haber aparecido en algún lugar que todavía no hayamos visto del cuarto o quinto piso.
 
Emilia habló alegre y, al mismo tiempo, perpleja de haber acertado.
Su idea había dado justo en el clavo. La escalera había aparecido en un espacio que solía estar vacío: al lado de la Sala Verde, donde Rem y Ram esperaban.