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Izcan
Martín
Corrección y edición
Juandavid
Carlos
Pretinaverse
※ ※ ※ ※ ※
——Érase
una vez, una mujer.
La mujer era emocional. Siempre estaba llorando. Sensible al dolor, sollozaba constantemente.
El único motivo de su pesar era no poder perdonarse por su falta de fuerza.
A su alrededor, siempre estaba lleno de conflictos, luchas y agitación.
Por más que suplicara, por más que gritara, por más que lo intentara y por más que llorara y sollozara, la tristeza nunca terminaba. Así pues, ella empezó a maldecir su destino.
Tras maldecirlo una y otra vez, finalmente se dio cuenta: por muchas lágrimas que derramara, era inútil.
Y al darse cuenta, la mujer empezó a desear nada más que pura fuerza.
Con tal de obtener una fuerza que le permitiera deshacerse de todo y someter a otras personas, ella se esforzó al máximo, a su máximo absoluto, persiguiendo esa fuerza que tanto deseaba.
La mujer era emocional. Siempre estaba llorando. Sensible al dolor, sollozaba constantemente.
El único motivo de su pesar era no poder perdonarse por su falta de fuerza.
A su alrededor, siempre estaba lleno de conflictos, luchas y agitación.
Por más que suplicara, por más que gritara, por más que lo intentara y por más que llorara y sollozara, la tristeza nunca terminaba. Así pues, ella empezó a maldecir su destino.
Tras maldecirlo una y otra vez, finalmente se dio cuenta: por muchas lágrimas que derramara, era inútil.
Y al darse cuenta, la mujer empezó a desear nada más que pura fuerza.
Con tal de obtener una fuerza que le permitiera deshacerse de todo y someter a otras personas, ella se esforzó al máximo, a su máximo absoluto, persiguiendo esa fuerza que tanto deseaba.