domingo, 26 de julio de 2020

,

Maldad menospreciante


Traducción:
Dannx

Corrección y edición:
Jair // Carlos (Primera corrección)
Carlos (Segunda corrección)
Pretinaverse (Detallitos por aquí y por allá)

※ ※ ※ ※ ※

Ricardo: ¿Por qué esa cara? ¿Hay argo que te preocupe?

Justo antes de llegar a la torre de control, Ricardo habló con el caballero, cuya expresión era rígida.
Deteniéndose, Julius alzó una ceja, sorprendido.

Julius: Qué inesperado, Ricardo. Nunca imaginé que tú mostrarías preocupación por los problemas de los demás.

Ricardo: No confundas esa frase con argo má'. Sólo 'toy yo contigo. Digas lo que digas, será un secreto también para la señorita.

Julius: ...Bueno, tampoco es que estés equivocado.

Aunque era raro, Ricardo a menudo hacía acertadas observaciones sobre la gente.
De no ser así, no habría sido capaz de asumir su papel como líder de Colmillo de Hierro; cualquiera lo pensaría al escuchar meros fragmentos de su espléndida carrera. Preocuparte sólo por ti mismo e ignorar tus alrededores no era manera de sobrevivir. Esto se aplicaba tanto a esclavos como a mercenarios.

Ricardo: Ese crío sí que es brutar. Aun así, jugaré el paper que se me ha asigna'o, así que puedes confiar en mí. También tendré en cuenta tu opinión, yerno.

Julius: Eso de «yerno» me asusta. No tengo esa clase de extraños sentimientos hacia Anastasia-sama.

Ricardo: ¿Qué?, es cosa de la señorita, eh. Quizá sea sobre Mimi. Ademá', ella no ha logra'o convencer a la señorita aún.

Julius: …

Julius sonrió amargamente. El gesto de suavemente agitar su cabeza fue agraciado como siempre, pero esta vez le faltaba precisión a la hora de escoger las palabras apropiadas.
Y al ver ese gesto,

Ricardo: Hay argo raro con la reconquista der Ayuntamiento. La señorita también lo piensa. Ella no ha oí'o musho ar respecto, pero yo forzaré a que sarga to'o.

Julius: Parece que no tienes piedad.

Ricardo: Por supuesto, es cuestión de vida o muerte. No quiero darle la esparda a arguien que 'tá confuso. ¿Vas a hacer arguna clase de excusa pa' negarlo?

Julius: …No, es justo como dices. Era yo quien estaba equivocado. Ciertamente, que yo dude en hablar incrementa el riesgo que corremos.

Julius asintió con la cabeza a Ricardo, y arqueó sus cejas con elegancia.
Sin embargo, Julius no dijo nada más. Viendo esto, Ricardo se deshizo de su aletargamiento y habló con voz decaída.

Ricardo: ¿Por qué te detienes? Es triste que 'tés tan confundi'o. Sólo déjalo salir to'o y habla con franqueza, ¿no pue'es ar meno' hacer eso? ¿Qué te lo impi'e?

Julius: … 

Ricardo: Julius.

Julius: Me disculpo. No logro escoger las palabras apropiadas para expresar lo que quiero decir. El motivo de mi preocupación es, como has adivinado, el Arzobispo del Pecado que fue encontrado en el Ayuntamiento. Roy Alphard de Glotonería, era él, sin duda alguna. Sin duda, pero...

Julius cortó sus palabras a medio camino al tiempo que sus ojos amarillos se llenaban de incertidumbre.

Julius: Al igual que otros Arzobispos del Pecado, quizá Glotonería también posea una habilidad inexplicable. El poder de alimentarse de recuerdos y de nombres fue descubierto hace tiempo en la batalla contra la Ballena Blanca. Sin embargo...

Ricardo: ¡Julius!

Ricardo gritó al instante que cierta ansiedad se aposentó en su corazón. Julius inmediatamente reconoció lo que significaba.

—La atmósfera se sacudió, todo sonido desapareció del mundo, y una luz se alzó en el cielo.

Sólo podía haber una situación en que esa extraordinaria luz inundara el cielo nocturno. Debía ser el resultado de un ataque del individuo más fuerte de este mundo.

Ricardo: Qué técnica tan vistosa. Pue'o asumir que se trata der Santo de la Espada, ¿no?

Julius: Ah, Reinhard, cierto. Parece ser que Subaru y los otros ya han entrado en contacto con Codicia. No podemos permitirnos más demoras. Debemos apresurarnos.

Cuando un Arzobispo del Pecado era atacado, los demás Arzobispos no se reunían para defenderse y contraatacar; pero eso no significaba que no fueran a tomar alguna clase de acción.
Julius y Ricardo aceleraron el paso, aproximándose a la torre de control.

Ricardo: ¿Qué pasa con ese tar Glotonería? ¿Dices que es un monstruo extraordinario?

Cargando en el hombro su enorme machete, Ricardo presionó a Julius para que continuara lo que estaba diciendo antes de la interrupción. Éste giró la cabeza y miró hacia atrás, con una expresión que negaba lo que acababa de decir.

Julius: No. Aunque la vez anterior no pareció que atacara en serio, la habilidad de Glotonería no parece ir más allá del conocimiento humano en sí mismo. Si nosotros dos somos sus oponentes, será suficiente para enfrentarse a él. —Sin embargo, la excentricidad del enemigo es un asunto totalmente diferente.

Ricardo: … 

La inevitable preocupación que Julius sentía era por el hecho de que él mismo no conocía el límite de su verdadera excentricidad. Y el inusual egoísmo de Julius le había hecho evitar mencionar esto durante la reunión estratégica anterior.

Para Julius, Glotonería era un oponente perturbador e impredecible; pero aún así, creía que era su deber cruzar espadas con él.
Ricardo no conocía la razón.
Podría decirse que ni siquiera Julius lo sabía con certeza.

Corriendo sobre el adoquinado, doblaron la esquina hacia la salida de la calle. Allí se encontraba una de las cuatro torres de control, pintada de diferente color al resto de los edificios; y frente a ella estaba...

???: A~h, sabíamos que vendrían. Esperábamos que vinieran, eh. ¡Así eh, así es, así es, así es ¿cierto?, así es ¿verdad?, creo que así es, ¿no es así?, parece que así es eh, precisamente porque parece que así es—! ¡Valió la pena la espera—!

—Delante de la entrada de la torre de control, un único chico se encontraba de pie en medio de la plaza adoquinada.

Vestido con sucios harapos, de cabello castaño oscuro, dejado crecer durante un largo tiempo hasta llegar a una longitud considerable. Sus ojos desquiciados brillando de felicidad, su boca dejando ver sus caninos afilados y una lengua que goteaba, colgando de ella.
Era un chico joven, con ambos brazos colgando hacia abajo. No importa cómo lo miraras, apenas parecía tener fuerza alguna y se veía como un simple niño vagabundo, pero un aura peligrosa manaba de su cuerpo.

Ricardo: Sólo pa' confirmar… Es ér, ¿cierto?

No hacía falta preguntarlo. No cabía duda de que era él; estaba confirmado.
Como respuesta a Ricardo, Julius sólo bajó la barbilla silenciosamente.

No había duda o error posible: el Arzobispo del Pecado de Glotonería se encontraba frente a ellos.
Él era la peor clase de pecador que depredaba los nombres y recuerdos de otras personas.

Julius: Roy Alphard…

Roy: Sí, respuesta correcta. Ese es nuestro nombre. Estamos felices de que lo recuerdes. Felices eh. Felices ¿eh? Creo que felices. Porque estamos felices. Precisamente porque estamos felices, ¡bebiendo glotonamente—! ¡Comiendo glotonamente—! Sería provechoso comer, y beber, e~h. Y también…

Declarando su nombre, Alphard rio con terrible brutalidad. Miró con fiereza directamente a Ricardo, parado justo al lado de Julius.
Su boca se abrió y sus orificios nasales se ensancharon mientras sus ojos se llenaban de éxtasis.

Roy: Y esta vez parece que obtendremos un cachorrito. Eso nos hace indescriptiblemente felices. Después de todo, nuestro estómago habría estado en apuros si fuera sólo Julius Euclius-kun, e~h. Digas lo que digas, no habría tenido ningún tipo de sabor, ¿no creen?

Julius: Por lo visto he empezado a aburrirme de tus insultos. De modo que para terminar con esto rápido, pedí a mi amigo que me acompañara esta vez. Aunque es poco elegante tener a más de una persona…

Roy: A~h, es buena, esa forma de comenzar. Hacer eso para subir la confianza en sí mismo puede ser bueno y típico de Julius-kun, e~h; pero también de mal gusto. Nuestro paladar es exigente, por lo que saborear eso es un poco problemático; aún así, nos intriga, ya que ¡Julius-kun es uno de los de mayor nivel que hemos visto hasta ahora—! Ordenado y consistente, e~h.

Julius: Vaya vaya… A pesar del gran recibimiento de antes, dices cosas muy poco amigables después.

Roy: ¡Eso sí es inevitable—! Nuestra, nuestra intención no es esa… es que somos un tira y afloja constante. Pero queremos que ignores un poco esta ligera desigualdad de personalidad, porque tal es nuestra esencia—.

Agitando sus brazos, Alphard no cambió su postura hasta el final. Ante esa actitud provocativa, Julius se mantuvo en calma, pero Ricardo fue incapaz de contener su desagrado. Chasqueó su lengua e hizo crujir los huesos de su cuello.

Ricardo: Oh,no tienes pelos en la lengua, ¿eh, shico? Pero si crees que me contendré sólo porque seas un shico, 'tas mu' equivoca'o. Lo que obtendrás por tus peca'os no será mu' bonito. Yo sería capaz de atravesar dimensiones sólo pa' darte una paliza. Aplastaré esa cabeza que tienes, shico.

Roy: Oh, qué miedo, qué miedo. No nos mires con esa cara que dá miedo. Nos disculpamos si te ofendimos al llamarte «cachorrito», e~h, Ricardo Welkin. Aún así, hace tiempo que ansiábamos encontrarte, ¿sabes? ¡No nos asustes, con esa ruda y fuerte voz tuya, e~h!

Ricardo: ¿?

Habiendo sido llamado por su nombre, Ricardo miró de reojo a Julius, quien había fruncido el ceño.
Era extraño. Las palabras de Alphard no deberían ser más que los delirios de un loco, pero la enorme sensación de incomodidad no podía ser fácilmente ignorada. Por ejemplo, ¿en qué momento aprendió el nombre de Ricardo?

Ricardo: Mardito mocoso espeluznante¿De dónde y cómo es que sabes nuestros nombres?

Roy: No he hecho algo tan sabio como intentar investigarlo, e~h. Es sólo que, para nosotros, es obvio saberlo. ¿No es así, Julius-ku~n?

Julius: Aunque quieras que asienta, no puedo responderte. No sé tanto sobre ti. Si lo harás así, de la misma forma romperé el flujo.

Roy: ¿Ves?, ahí está esa aburrida conclusión de nuevo. Aunque nos preocupa mucho, ¡es angustiante, insatisfactorio y desagradable—! Esconderlo en el corazón, ¡priorizar pensar en los demás antes que en uno mismo—! Es algo virtuoso en un caballero, e~h; pero muy aburrido como persona.

Desenvainando su espada de caballero, los labios de Julius susurraron algo en voz muy baja.
Inmediatamente después, seis luces extremadamente brillantes rodearon a Julius.

Eran los seis cuasiespíritus que siempre acompañaban a Julius.
La combinación de esgrima y artes espirituales era lo que convertía a Julius en el más caballero de los Caballeros.

Roy: Ni el aroma del sentimiento de inferioridad, ni la rica textura de experimentar frustración, ni siquiera la dulzura de un fuerte deseo, o el inusual sabor de la satisfacción luego de haber crecido, ¡no tienes na~da de eso—! 

Julius: —Ricardo, ve con todo lo que tengas desde el principio. Trabajemos juntos.

Ricardo: Sí, déjamelo a mí.

Agitando sus brazos, Alphard reveló las dagas atadas a sus muñecas. Empuñar dos dagas era el estilo de combate de Glotonería, pero no parecía suficiente para defenderse de la magia de Julius o de los golpes de Ricardo.

Siempre que la pelea no fuera una emboscada, la victoria y la derrota de cada uno ya era previsible.
Aun así, los ojos de Ricardo veían que la actitud de Alphard no parecía la de alguien que iba a afrontar una batalla perdida.

Julius: Caballero Espiritual, Julius Euclius.

Manteniendo sus modales, Julius anunció su nombre antes de la batalla.
Pero Ricardo, quien cargaba un gran machete y estaba junto a él, no sentía tal obligación moral. Ambos enfocaron sus ojos, esperando que Glotonería diera su identidad.

Ante la intensa mirada de Ricardo, que no le inquietaba en absoluto, Alphard rio.

Roy: ¡Bien eh, muy bien, creo que bien, tal vez bien, bien ¿no?, bien ¿verdad?, bien ¿no crees?, parece bien eh, creo que parece bien eh, precisamente porque parece bien—! ¡Beber glotonamente! ¡Comer glotonamente! ¡Paladar exquisito, paladar vulgar, saciedad, empacho! ¡Desabrida, con poco sazón, de buen sabor, exquisiteces—! ¡Lo devoraremos todo—! Incluso una vida sin sabor, es un nuevo sabor para nosotros—!

Julius: —El Clausel.

La intensidad de los seis colores dibujó un círculo frente a los ojos de Julius, y una luz extremadamente brillante emanó de la punta de su espada y se dirigió a apuñalar el centro de Alphard.
Múltiples afinidades se mezclaron, y el poder destructivo se convirtió en un haz de arcoíris que podría tragarse todo.

Justo detrás de la luz cegadora, Ricardo cargó hacia adelante con tal impulso que rompió el adoquinado. Blandiendo su enorme machete, como si intentara acorralar a Alphard contra la intensa luz.
Un poderoso ataque con el machete y una destructiva luz arcoíris——ante ambas cosas, Alphard mostró sus colmillos atrozmente.

Roy: —En verdad, nii-sama es tan magnífico como imaginábamos. Qué deleite—.


    

—Bajo la luna, destellos plateados cortaban a través del viento mientras las chispas saltaban en una sinfonía de espadas.

El primer músico era el Demonio de la Espada que blandía un par de espadas gemelas con encrespadas notas.
Su compañera le interceptó; una espadachina cuyos movimientos fluían como la corriente de un gentil riachuelo.

Destellos de metal danzaban por el aire; el choque del acero debía de haber sonado cruel, y sin embargo, de algún modo, esta sinfonía era nostálgica y melancólica. El clamor de precisas y afiladas colisiones recordaba a las gentiles caricias de un par de amantes.
La razón era simple: estos dos espadachines se complementaban el uno al otro a un nivel más allá de la perfección.

Wilhelm: ¡Haaah!

El Demonio de la Espada exhaló mientras liberaba un sinnúmero de golpes desde todos los ángulos y trayectorias.
Esos precisos arcos eran prácticamente una obra de arte, sus limpios movimientos eran el estándar ideal para todos los aspirantes espadachines.
Su habilidad natural era tan impresionante que cualquiera que se llamara a sí mismo caballero estaría tan cautivado que su derrota estaría garantizada; y sin embargo él, simplemente, como si fuera lo más natural, soltaba incontables olas de ataques una tras otra.

Thearesia: …

Un único golpe sería más que fatal, en esta lluvia inagotable de muerte.
Sin embargo, este incomparable huracán estaba siendo interceptado por una espada larga cuya dueña era increíblemente extraordinaria.

Lo que era más: esa espada tenía una característica inusual.
La longitud de la espada, tan alta como su dueña, era demasiado grande para considerarla un arma usable; sin embargo, la delgada espadachina blandía la enorme hoja como si no pesara nada.

Aunque la dueña de la espada estaba cubierta de pies a cabeza en una túnica negra que debería obstruir su visión, la punta de su espada fluía como si danzara a través del agua.
Ya fuera en términos de velocidad o perfección, las espadas gemelas superaban por mucho a la espada larga. Aun así, todos y cada uno de los ataques del Demonio de la Espada eran interceptados y desviados, sin excepción.
Entre las chispas y los fuertes sonidos del metal, con un siseo casi compadecido hacia el Demonio de la Espada, la espadachina saltó hacia atrás. Un paso muy tardío para reaccionar al inesperado movimiento, y justo cuando él se echaba hacia adelante, el brillo de una espada se aproximó a su frente.

Wilhelm: …gh.

Brillando frente a él había un golpe que no podía permitir que le tocara.
Éste era un ataque especializado que destelló más rápido que un parpadeo, lo que ocultaba la hoja que se aproximaba. Si no fuera por su amplia experiencia luchando con ella, él habría sido incapaz de ver a través de la muerte inminente que había estado a punto de recibir, y ese brillo habría atravesado su cerebro, matándolo.
La piel entre sus cejas le ardió debido a lo cerca que había estado. En un instante, el Demonio de la Espada echó a un lado sus recelos y comenzó a perseguir a la mujer que se había detenido en su pose para hacer una estocada.

Wilhelm: huu, kuu.
Thearesia: …

Antes siquiera de haberse recuperado lo suficiente como para contraatacar, la mujer hundió sus pies en la piel de él.
Los delicados dedos presionaron sus bien entrenados músculos abdominales e hicieron temblar sus órganos; el peso de su patada dobló el cuerpo de Wilhelm y un destello plateado dibujó un arco, que pasó cerca de su cabeza.

La brillante espada voló firme y directa, como si quisiera cortar la luna.
Habiendo llegado al punto más alto de su vuelo, la espada comenzó a descender de vuelta al suelo, cortando a través de la atmósfera y dirigiéndose a cortar en dos al Demonio de la Espada.
El poder tras ese ataque era incomparable a cualquiera de los anteriores; tanto la mortalidad de la espada en sí misma como la habilidad de su dueña para blandirla, eran más que capaces de partir un cuerpo humano por la mitad.
Aproximándose en el más corto de los destellos, esta muerte segura se acercaba.

Wilhelm: ¡Deja de menospreciarme!

Todavía doblado, inmediatamente alzó ambos brazos, que temblaron al tiempo que chocaban con la aplastante fuerza sobre su cabeza.
Las espadas del Demonio de la Espada se superpusieron una sobre otra mientras atrapaban la espada larga que caía sobre él, quien apretó sus mandíbulas bajo su increíble poder. Incapaz de repelerlo por completo, sus brazos comenzaron a bajar; levemente, la hoja perforó su frente.
Sangre brotó de ella, tiñendo de rojo su vista. Sin embargo, no había caído de rodillas, y sus espadas no se habían roto.

Wilhelm: ¡KuuuU—!

Los brazos conteniendo a la espada larga fueron forzados hacia arriba, empujando la espada de nuevo.
Lanzando la pesada espada a un lado, el choque residual agitó el cuerpo de la espadachina ante él; y aprovechando el momento, él pateó hacia adelante.
La fuerza que debía haber impactado en el suelo fue, en vez de eso, redirigida hacia el cuerpo de la mujer en el aire. La combinación de la fuerza de la espada en caída y la patada lanzaron lejos a la mujer. El anciano Demonio de la Espada se lanzó hacia el delgado cuerpo que no tenía a dónde huir.

Una apertura.

Contra la espadachina cuyo cuerpo había sido lanzado por el aire, sin una ruta de escape, el Demonio de la Espada bajó su hombro y lanzó un ataque.
Acercándose a su cuerpo volando, el ataque vino simultáneamente desde arriba y abajo. Al unísono, las dos espadas hicieron un arco, cerniéndose sobre el cuerpo grácil de la mujer como la mordida de una bestia salvaje.

En el aire, con su espalda vuelta hacia él, ella no podría contraatacar.
Sin embargo, la convicción tras ese ataque se vio perturbada.

Wilhelm: …gh.

La capucha que cubría la cabeza de la mujer, incapaz de ignorar la gravedad que tiraba de ella mientras la mujer giraba su cuerpo, se echó atrás, revelando lo que había estado ocultando.
Un largo cabello del color de una hermosa y fiera llama.


Wilhelm: …

Cuando eso entró en su campo de visión, el ataque del espadachín acarreó una imperfección que existió por menos de un solo instante.
Un error, una ligera desviación de la perfección, increíblemente sutil. Aun así, nadie más sería capaz de bloquear este ataque.

Sin embargo, considerando al oponente actual del Demonio de la Espada, este error era fatal. Esa turbia hoja nunca podría alcanzar a una existencia que una vez consiguió el favor del Dios de la Espada.

Wilhelm: …

Al ver la escena frente a él, un escalofrío trabó la garganta del Demonio de la Espada.
Ese certero golpe había sido interceptado a medio camino, justo antes de alcanzar a la mujer.

No había sido nada especial. La mujer simplemente alzó su espada larga en el aire y la situó entre las espadas gemelas que venían de arriba y abajo. Tan fácil como poner un palo entre las mandíbulas de una bestia.
La hoja y el mango de su espada larga atraparon por completo el avance de las dos espadas. Lo que hizo que el Demonio de la Espada se estremeciera fue ese mordisco del acero con el acero que sonó sólo una vez.

Haber detenido las dos espadas con sólo un estridente sonido significaba que ella había calculado hasta los milisegundos del momento exacto en que ambas chocarían con su propia arma.
Lo realmente terrible era la claridad de visión necesaria, habilidad y nervios de acero necesarios para intentar siquiera hacer algo así sin el más mínimo temblor.

Wilhelm: —kuu.

La hazaña, tan alejada de lo que el sentido común consideraba posible, robó un suspiro a la garganta del Demonio de la Espada.
En ese instante, la pierna de la mujer aún atrapada entre las espadas surcó el aire en un amplio arco, pateando las manos del Demonio de la Espada, que aún descansaban donde su ataque había sido detenido.
El impacto le hizo soltar las armas en sus manos y, en ese momento, se encontró a sí mismo completamente indefenso.

Inmediatamente después, la espada larga se deslizó por el aire horizontalmente como para segar al enemigo, acabando la agonía presente en la atmósfera.

Era tal la velocidad a la que la espada se aproximaba —y sobre todo el alcance, que, aunque tuviera un poco de tiempo y distancia, el espadachín con las manos vacías no tenía forma de evitarlo.

La espada larga atravesando su piel y perforando sus órganos y cercenando su columna vertebral, entrando por su lado derecho en un solo movimiento y partiendo su cuerpo por la mitadderramando sangre y órganos internos, el cuerpo ya castigado por la avanzada edad rompiéndose con el golpe. Ese era el destino que le esperaba.

Ese era el inevitable final, la conclusión de aquel encuentro.
Llegado el fin de su vida, habiendo perdido todo, no podía siquiera aferrarse a una oportunidad de redención.

—Esa clase de conclusión era simplemente inaceptable.

Wilhelm: ¡¡RAAAAAAAAAAAAH!!

Se rebeló contra el sangriento final que por un segundo atravesó su mente.
La garganta del Demonio de la Espada ardió con la escena final de esa ilusión, la vitalidad de sus años de ocaso estallando desde su interior. Rompiendo los límites de la concentración de tal modo que incluso el paso del tiempo se detuvo, sólo él y su oponente existían en ese momento, el sonido y los colores del mundo perdiendo nitidez.

La inminente hoja trazó una inesperada órbita para clavarse en su cuerpo.
Lentamente sintiendo cómo la hoja laceraba su frágil piel, junto al dolor y calor del sangrado, y como si la fuerza natural de la gravedad se hubiera incrementado diez veces, concentró toda su fuerza en la planta de sus pies.

Enterrando sus talones con tanta fuerza que quebró el adoquinado, redirigió la fuerza del balanceo de sus brazos hacia la derecha, creando un movimiento de reacción.
Volteando su cuerpo con la distancia más corta y el mejor ángulo, girando hacia un lado como si estuviera acercándose a la hoja que rozaba su cuerpo, se trataba de una forma de evasión que le permitía moverse junto a la hoja que se deslizaba por su costado.

Thearesia: …

Habiendo frustrado su ataque, la continuación del ataque de la espadachina fue demorado por un breve momento.
En esos instantes, el Demonio de la Espada retrocedió varios pasos, atrapando sus espadas gemelas en el aire. Con un suspiro, puso la palma de su mano en su costado, revisando la profundidad de la herida.

Ciertamente no era un simple arañazo.
Después de todo, se había
girado mientras la espada invadía su cuerpo. Girarse mientras sufría un corte naturalmente abriría una herida.
Afortunadamente
, había logrado impedir que la hoja alcanzara sus órganos, apenas por un pelín de distancia, pero la cantidad de sangre que salía de la herida que estuvo a milímetros de tocar sus entrañas no era ignorable.
Para una persona ordinaria,
ésta sería una herida severa. Y aunque lo normal sería recibir tratamiento y descansar—

Wilhelm: —Ya sabía desde el inicio que no duraría mucho en esta batalla.

Si ya de por sí tenía el tiempo contado, ahora ese lapso se había vuelto aún más corto.
El Demonio de la Espada —Wilhelm— se quitó la camisa y detuvo violentamente el sangrado de su cintura, exponiendo su saludable piel durante este tratamiento de emergencia; y
mientras tanto, por alguna razón, no fue atacado.
La mujer frente a él simplemente observó en silencio, con su mirada carente de emoción.

Ante su propia anticipación de cualquier vacilación o cambio sutil en aquellos ojos, Wilhelm sonrió amargamente. Presionando su herida abierta, se despertó a sí mismo con el dolor.

Wilhelm: No hay tiempo para debilidades. Deja de soñar. Ya tendremos nuestra sagrada reunión un día, en los cielos.

Thearesia: …

Wilhelm: No creo estar alucinando. Ni tampoco espero un milagro. Mi esposa fue una mujer reacia a seguir el camino de la espada, pero ni una sola vez le impuso a otros la responsabilidad de empuñarla.

Una sombra sin emociones, nada más que un cadáver que sabe lo que en vida una vez supo.
Cabello carmesí, largo y sedoso, una suave piel blanca y transparente, ojos hermosos como gemas; cerrando los suyos, Wilhelm recordó ese bello rostro del que nunca se cansaría.
Todo eso se encontraba frente a él, y todo eso no debía encontrarse frente a él.

Wilhelm: Oh, Thearesia, cuán hermosa eres. —Y justo por eso, no puedes quedarte aquí.

Wilhelm empuñó con más fuerza sus espadas, asumiendo una vez más una postura de combate.
En este momento, quien se encontraba aquí de pie no era el esposo de Thearesia van Astrea. Aquel que había pedido venir aquí no era Wilhelm van Astrea.
El único que se encontraba aquí era el Demonio de la Espada Wilhelm.

—Enfrentándose a su difunta esposa, Wilhelm endureció su espíritu, su mirada volviéndose clara y despejada.

Incluso si su sangre hervía, no permitiría que su odio hacia la siniestra figura lo quebrara.
Ya que, justo ahora, en ese momento, en ese instante, nada más importaba.

Su vieja amiga, su compañera de armas, su esposa, le había dicho a Wilhelm una vez: «No permitas que el calor mancille la hoja, no permitas que tu sangre arda, debes aprender a amar el frío del acero».

¿Qué tal ahora? ¿Está ardiendo?

Wilhelm: No, está helada. Como la hoja de la espada.

Bajo la luna, el Demonio de la Espada atravesaba a su oponente con una mirada firme.
La talentosa espadachina que era su oponente también alzó la punta de su espada larga de manera impecable una vez más.

En un instante, sus espadas volvieron a destellar una contra otra.
Los sonidos del acero se entrelazaban entre sí como un lamento, una súplica, un cortejo.

Deseando un final, y deseando que un final nunca llegue.
Como si se tratara de una interminable conversación sin necesidad de palabras, el incesante eco de las espadas podía escucharse en la distancia.

    

Garfiel: Ah, ¡maldición! ¡No responden, tiene que ser una broma!

Saltando desde el suelo, por las paredes y el techo, para finalmente lanzarse hacia las alturas.
Volando diagonalmente, el viento batía su rubio y corto cabello mientras exponía sus dientes. Era la viva imagen de la desesperación.
Una y otra vez, apretando sus colmillos y luchando contra la ardiente sensación en su cuerpo y pecho.

Garfiel: ¡Mierda! ¿¡Qué 'stá sucediendo!? ¿¡Hola!?

Sus ropas se agitaban, y echaba a correr tan pronto sus pies volvían a tocar el suelo.
Esto era algo que sólo aquellos con una fuerza y resistencia excepcional, más allá del nivel humano, podían lograr. Sin embargo, aquel que se alzaba sobre la ciudad impulsado por su propio cuerpo no expresaba orgullo en sus habilidades.
En vez de eso, seguía gritándole al mudo espejo de mano.

La persona que corría era Garfiel, quien le gritaba al artefacto mágico en su mano: el Espejo de Conversación.

El Espejo de Conversación, que debía ser capaz de enlazarlo con otras personas que poseyeran uno, permanecía en silencio. Nadie respondía al llamado de Garfiel, aun cuando había dos grupos de personas claramente capaces de responder.

Garfiel: ¡Gente del Ayuntamiento! ¡O los que luchan contra Ira! ¿¡Por qué diablos no responden!?

Los espejos habían sido distribuidos de tal manera que todos pudieran mantenerse en contacto durante sus respectivos combates.
De hecho, habían estado funcionando perfectamente
después de salir del Ayuntamiento. Pero ahora, cuando era necesario establecer contacto, el espejo había enmudecido.

—Esto tenía que ser comunicado de inmediato.

Garfiel: ¡¡Tengo que decirles que 'scapen del Ayuntamiento ahora mismo!!

Mientras decía esto, se saltó la calle frente a él a modo de atajo.
Aunque su descuidado aterrizaje destrozó el techo en el que aterrizó, Garfiel no tenía tiempo que perder. Comparado con el daño a la ciudad, verificar la seguridad de sus compañeros era mucho más importante.

El objetivo de su apresurado viaje era el Ayuntamiento.

Garfiel estaba regresando al lugar que había dejado hace tan sólo unas decenas de minutos. Dejando atrás a Wilhelm, su compañero de armas, trataba desesperadamente de comunicarse a través del Espejo de Conversación.

No había otra razón.
El peligro se aproximaba rápidamente al Ayuntamiento que estaban usando como base de operaciones.

—Wilhelm y Garfiel habían alcanzado la torre de control ocupada por Lujuria más o menos al mismo tiempo que Reinhard comenzaba su enfrentamiento con Codicia.

Habiendo observado la distante aurora de luz en el cielo, los dos se adentraron en la torre de control.
Ningún miembro del Culto de la Bruja ni las problemáticas personas que esperaban encontrarse aparecieron para obstaculizar su camino. Y como era de esperar, los esbirros del Culto esparcidos por la ciudad no eran más que oponentes insignificantes.

Todo había ido viento en popa hasta entonces, y no había otras habitaciones que valiera la pena revisar aparte de la sala de control de las compuertas de agua.
Así que el dúo naturalmente se dirigió al piso superior, preparándose para la batalla decisiva contra Lujuria. Dado lo que sabían, sus expectativas eran que el grupo de Lujuria poseería la fuerza de combate más contundente. Ya que, además de Lujuria, había otros dos guerreros notables, lo que significaba que tendrían que enfrentarse a tres enemigos— naturalmente, ambos estaban muy tensos.

Wilhelm: De ser posible, apreciaría que me dejara la espadachina a mí.

Garfiel: El capitán me contó que ya tienes historia con ella. Pero mi asombroso ser también tiene una cuenta pendiente con esa mujer. No sé si pueda dejártela tan fácilmente.

Wilhelm: —Esa mujeres mi esposa. Esos malditos deshonraron su muerte, pisotearon su alma, y la forzaron a levantar una espada con la que juró sólo proteger.

Garfiel: …

Wilhelm: Eso es… absolutamente imperdonable.

En el camino, Wilhelm había revelado su razón para luchar.
Aun sin tener la necesidad de rendirse tan fácil, esa era una razón con la que Garfiel no pudo evitar quedarse callado. Y su incapacidad de formular una respuesta en ese momento quizás fue el factor decisivo sobre quién sería el mejor oponente para la espadachina.

Garfiel: …

Aunque no había dicho nada, Garfiel le cedió a Wilhelm ese oponente. Leyendo esto entre líneas, Wilhelm hizo una leve reverencia con la cabeza para expresar su gratitud.
Entonces, cuando entraron en la torre de control, Garfiel percibió la escalofriante sensación de su cabello erizándose.

Si Wilhelm iba a luchar contra la espadachina, entonces él tendría que lidiar con los otros dos oponentes por sí solo. La espadachina individualmente ya era una entidad considerable, y el gigante que la acompañaba no era de ninguna manera más débil que ella.
Aunque Lujuria parecía tener una capacidad de combate inferior, Subaru había hecho mucho énfasis en que lo aterrador de esa Arzobispa del Pecado no era su capacidad en combate directo.

Una silenciosa tensión y un poderoso espíritu de lucha.
Mientras su olfato capturaba un aroma a sangre cada vez más intenso, Garfiel se colocó los escudos plateados que estaban atados en sus piernas, y entró de golpe en la habitación.
Y allí, lo vio.

«¿En serio creyeron que me quedaría esperando aquí tranquilita? IDIO~TAS»

Palabras garabateadas con sangre, ocupando toda una pared de la habitación.

Cuando Garfiel entendió lo que significaban, su cabeza hirvió de ira.
Un tipo de personalidad que podía decir confiadamente que huir de una batalla era lo más natural y que no tenía la obligación de esperar.

Wilhelm: —Hemos sido descuidados. Ya deberíamos saber que esos malditos son de los que hacen cosas como ésta.

Wilhelm bajó la voz y sacó el Espejo de Conversación de una de sus mangas. La razón de intentar contactar con el Ayuntamiento tan apresuradamente era porque Wilhelm pensó que la situación se torcería en esa dirección.

Wilhelm: Si nuestras fuerzas son enviadas a diferentes asaltos a la vez, entonces claramente el poder de combate de nuestra base se verá disminuido. Esas personas no sienten vergüenza alguna al aprovecharse de una debilidad como esa.

Frente al pálido Garfiel, Wilhelm frunció el ceño hacia el espejo, que no respondía.
Al mismo tiempo, a través del techo de la torre de control emergió una profunda y opresiva sensación de hostilidad.

Una sensación de que su espalda estaba siendo tocada por una espada, eso fue lo que advirtió a Garfiel sobre la presencia del enemigo.
Y Wilhelm también había sentido a la entidad hostil.

Wilhelm: Garfiel-dono, le encargo el bienestar del Ayuntamiento.

Garfiel: Si es necesario, mi asombroso ser puede llegar ahí más rápido que cualquiera.

Intercambiaron ideas en un instante.
El enemigo poseía una hoja increíblemente afilada. Exponer sus espaldas en un intento de escapar resultaría en ambos siendo cortados por detrás.

De los dos, uno tenía que quedarse.
Y el otro debía regresar al Ayuntamiento.

Wilhelm: Por favor, siga intentando establecer contacto. —Y también, le confío la vida de mi señora.

Garfiel: No hace falta decirlo. Ya sabes lo que dicen: «la voz de Libre siempre inspirará a sus soldados».

Garfiel atrapó el Espejo de Conversación que le lanzó Wilhelm y salió de la torre a toda velocidad.
Y fue así como terminó sobrevolando la ciudad, cruzando los canales, y continuó llamando a través del espejo que no ofrecía respuesta. —La batalla de Wilhelm ya debería haber empezado.

Garfiel: ¡Maldición! ¡Todo eso por nada!

Si Lujuria lanzaba un ataque sorpresa sobre el Ayuntamiento, habría muy pocas fuerzas capaces de enfrentarla.

Anastasia y Ferris no tenían capacidades de combate, y Crusch había colapsado por sus heridas. Aunque varios miembros de Colmillo de Hierro levantaban guardia, sus habilidades no eran suficientes para compararse ni con Mimi.

En el instante en que pensó en Mimi, Garfiel sintió una opresión en su pecho.
La chica que
todavía se debatía entre la vida y la muerte, a la que había rescatado, salvado y protegido.

Mantenerla con vida y salvarla; ese tendría que haber sido su deber.
Ese deber había sido concedido a otro debido a que sus sentimientos y su oportunidad de cobrar venganza se alejaban más a cada segundo. E incluso la tarea que había asumido como alternativa no podía ser completada satisfactoriamente.

¿Qué estaba haciendo? ¿Qué había hecho hasta ahora?
No podía ni mirar de frente a Mimi, ni a Subaru, ni a su hermana, ni a Ram, ni a cualquiera.

Garfiel: ¡Mi asombroso ser, otra vez—!

¿No puedo hacer nada?

El mudo Espejo de Conversación reflejaba un rostro igual de desalentador. En el momento en que se maldijo a sí mismo,

Garfiel: ¿¡—!?

Mientras destrozaba un techo de un salto, fue un instante demasiado lento en reaccionar a la sombra volando hacia él desde un costado.
Ese cuerpo, mucho más grande que el suyo, lo recibió con un impacto horizontal.
La razón por la que no pudo siquiera emitir un grito de dolor era que su garganta había sido bloqueada bajo un codo. Con la sangre y oxígeno incapaces de circular hasta su cerebro, mantenerse consciente se volvía cada vez más difícil.

La fuerza de un impacto sobre todo su cuerpo fue lo que lo trajo gradualmente de vuelta a la realidad.
Garfiel fue lanzado por los aires contra un edificio cercano, rompiendo la pared con todo su cuerpo, y levantando una gran nube de polvo.

El dolor sordo de sus huesos rotos provocó que Garfiel exhalara un quejido, mientras sentía la liberación del agarre. Usando la elasticidad de su cuerpo, Garfiel golpeó el suelo tan fuerte como pudo, poniéndose de pie en un momento.
Garfiel notó que se encontraba en un edificio sin iluminación. El polvo que llenaba la habitación se había convertido en un humo blanco bajo la luz de la luna y, además de su ensangrentada silueta, podía detectar otra presencia.

Se trataba indudablemente de aquel que lo cazó y lanzó a este lugar.

Garfiel: Bastardo, sí que sabes cómo—

En el instante en que asumió una postura de combate, un puño fue hundido en su estómago.
Toda el área abdominal de Garfiel recibió la fuerza de los enormes puños de su oponente y su cuerpo fue lanzado hacia arriba. Luego fue aplastado por el otro puño que ya se encontraba en el aire, y el ya despedazado suelo se rompió debajo de él mientras caía al piso inferior.

Garfiel: ¿¡Khh, qué… agh!?

La suela de un pie impactó contra su cuerpo mientras seguía cayendo.
El daño causado por semejante masa y velocidad le hizo escupir sangre, y su cuerpo, pateado una vez más, se estrelló con fuerza directamente sobre la entrada del edificio, terminando en la calle.

Garfiel continuó tosiendo debido al poderoso ataque mientras luchaba por ponerse de pie. Al mismo tiempo, se aplicó magia de curación simple, reconectando sus huesos rotos mientras alzaba la cabeza.
El individuo que lo había perseguido desde lo alto del edificio hasta aquí era una titánica figura con la que Garfiel necesitaba levantar totalmente la cabeza para verlo entero.

Cubierto de pies a cabeza en una túnica negra, ni siquiera eso podía ocultar el grosor de sus anchos brazos y piernas. En lugar de decir que era musculoso, no sería una exageración decir que llevaba una armadura de músculos.
Para Garfiel, ésta era la tercera vez que se enfrentaba a él.

Su nombre ya lo conocía.

Garfiel: Kurgan de los Ocho Brazos…

Él era uno de los héroes espadachines del Imperio Vollachia.
Aunque se decía que había muerto en combate durante la Batalla de Defensa de la Ciudad Imperial décadas atrás, si se encontraba aquí ahora, ¿podría haber sufrido la misma humillación en muerte que la esposa de Wilhelm?

Kurgan: …

Cuando Garfiel dijo ese nombre, el gigante, Kurgan, extendió sus brazos.
En ese instante, su túnica cedió, revelando su figura. En otras palabras, el héroe Kurgan reveló la razón de su gran pericia en combate cuerpo a cuerpo.

Como era de esperarse, su fornido cuerpo estaba cubierto por una gruesa armadura de músculo.
Una poderosa complexión que rivalizaba con la de los gigantes, y sobre el cuello un rostro que sólo podría ser descrito como demoníaco, con la expresión dominante de un dios de la batalla.
Lo que hacía a este individuo un dios de la batalla, eran los ocho brazos que le permitían efectuar esas extrañas técnicas de combate.

Además de los dos brazos que naturalmente crecían de los hombros, un par más brotaba del mismo lugar. Más abajo, por el torso, su cuerpo revelaba dos brazos más usando sus hombros como el punto de inicio, y los dos restantes estrechaban sus palmas hacia adelante desde la espalda.
Esto era lo que le daba sentido al sobrenombre de Kurgan, «Ocho Brazos». Alguien capaz de quitarle a su enemigo la voluntad de luchar sólo con verlo.

Kurgan: …

Frente a Garfiel, quien contuvo el aliento, Kurgan siguió en silencio mientras sacaba sus armas.
Atadas a sus piernas, que por coincidencia estaban atadas de la misma manera que los escudos de Garfiel, se encontraban un par de gruesas, largas y distorsionadas espadas: las Cuchillas Demoníacas. Eso era lo que el dios de la batalla blandía.

El dios de la batalla desenvainó otras dos Cuchillas Demoníacas de su espalda, para un total de cuatro. Aunque los cuatro brazos restantes seguían desarmados, Garfiel de igual forma se encontraba completamente superado.
No había lugar para subestimar al enemigo en absoluto.

Garfiel: …

Y ahí, tembló.
En presencia de un auténtico héroe, el cuerpo de Garfiel tembló desde lo más profundo de su ser.

Garfiel miró al héroe, a la legendaria figura, al hombre que había dejado su huella en la historia.
No conocer el nombre de Kurgan de los Ocho Brazos era imposible para él.
Garfiel había sentido un gran interés por las miles de leyendas que había sobre él en todas partes del mundo.

Y en este momento, se encontraba de pie frente a él, como enemigo.
Era una pesadilla. Un continuo tormento que había comenzado el día anterior, y que aún no terminaba.

¿Qué más podía ser? ¿Qué podría ser más maligno?

Garfiel: …ha, ha.

El aliento de Garfiel se aceleró mientras dirigía sus brazos hacia sus piernas.
Montados de la misma forma que las Cuchillas Demoníacas de Kurgan, se encontraban un par de escudos plateados. Inconsciente de cuántas veces sus dedos se resbalaron, finalmente los desató.
Colocando sus escudos en sus brazos de tal manera que sus puños quedaran cubiertos, los chocó uno contra otro a modo de confirmación, creando un agudo sonido que hizo eco en el cielo nocturno.

Su equipamiento estaba listo, y sus heridas habían sanado lo suficiente como para no ser debilitantes.
Sin embargo, su espíritu se encontraba, de momento, desesperado.

Garfiel: ¡Idiota, ahora no es momento de decir 'stupideces!

Apretando los dientes, Garfiel se golpeó en la cara.
Sacudiendo su cabeza para deshacerse del dolor y mareo, volvió a mirar al frente. Asumiendo su postura una vez más, le mostró los colmillos al dios de la batalla.

Garfiel: ¡Si sólo te vas a quedar ahí parado, ¿para qué diablos mi asombroso ser 'stá aquí, eh?! ¡Ya sea el capitán! ¡O los demás! ¡Todos 'stán peleando! ¡Y obviamente eso es para lo único para lo que eres bueno, así que ¿qué demonios 'stás 'sperando?!

Kurgan: …

Ante los rugidos de Garfiel, Kurgan permaneció inmóvil.
El dios de la batalla sólo observaba a Garfiel en silencio. Frunciendo el ceño, Garfiel quebró el suelo en el que estaba parado y se lanzó hacia el frente, todo en un solo paso.

A través de la suela de sus zapatos, absorbió el poder de la tierra, permitiendo que su Protección Divina de los Espíritus de la Tierra convirtiera toda esa energía en un poderoso ataque.
Su puño literalmente estaba cargado con el poder para destruir un edificio de piedra.

Su escudo plateado reforzó la potencia del golpe, uno tan fuerte como para quebrar incluso a un héroe.
Su brazo voló directo hacia el estómago de Kurgan—

Garfiel: ¡¿Qué tal eso?!

Kurgan: …

Usando toda la fuerza de su cuerpo, el ataque de Garfiel fue bloqueado por una Cuchilla Demoníaca de Kurgan. La cuchilla, bloqueando el ataque directo hacia su abdomen, resistió el poder del golpe de Garfiel.

No evadió, ni tampoco se estremeció.
Sólo hizo falta un bloqueo para repeler un ataque de cuerpo completo.

El héroe de los Ocho Brazos había usado solamente uno.

Garfiel: —khh.

La rígida expresión de Garfiel recibió un puñetazo directo. Su cuerpo intentó retroceder, pero fue atrapado por el brazo que salía de un costado y, siendo incapaz de escapar, sólo le quedaba recibir una brutal golpiza.
Sus pómulos se rompieron en un instante, el fondo de su ojo fue aplastado y el campo de visión de su ojo derecho se cubrió de un rojo brillante. Uno de sus afilados colmillos se hizo trizas y salió volando. Con su cuerpo aún atrapado, fue lanzado al suelo, pateado hacia la calle por una poderosa pierna, y rodó, rodó, rodó y rodó hasta uno de los canales de agua cercanos.

Garfiel: —gah

Todo sucedió en un instante, y después miró directo hacia la Luna que flotaba muy por encima de él.
Parecía que se burlaba de él desde lo alto. Finalmente, el cuerpo de Garfiel se hundió en el canal de agua.

La superficie del agua lentamente se tiñó de rojo.