Traducción:
Jair
Corrección y edición:
Jagaro (Primer corrector)
Carlos (Segundo corrector)
Pretinaverse (Detallitos por aquí y por allá)
※ ※ ※ ※ ※
—Ella logró encontrar el sello mucho más fácilmente de lo que esperaba.
『 Emilia: ¿Este es el seio? 』
La joven Emilia miraba hacia el extraño objeto ante ella, sus ojos amatistas parpadearon y ladeó su cabeza.
Lo que se encontraba ante Emilia era una peculiar puerta en medio de un claro rodeado de árboles, que había descubierto en lo profundo de lo profundo de lo profundo del bosque.
Aunque era una puerta, no conectaba con ningún edificio, e incluso después de rodearla por detrás, Emilia no encontró absolutamente nada. Era solo una puerta, erguida en medio del bosque y tan grande que Emilia debía doblar su cuello hacia atrás para poder verla por completo.
『 Emilia: ¿Cómo es que no se cae? 』
Emilia pensó que se trataba de algo misterioso, así que empujó la puerta, pero no se movió ni se abrió en lo más mínimo. Obviamente, los delgados brazos de Emilia tampoco podrían derribar esa puerta, la cual recibió esa presión de la misma manera que uno recibe una agradable brisa.
La puerta parecía estar hecha de madera, pero se sentía tan fría al tacto como el hielo. Su superficie era lisa, la sensación era extraña, como de piedra pulida.
En medio de aquella puerta doble cerrada había una cerradura antigua, cuyo orificio para la llave era tan grande como la mano de Emilia. Ella no tenía ni la más mínima idea de quién tendría unos bolsillos tan grandes como para llevar una llave para una cerradura de ese tamaño.
『 Emilia: Qué raro… 』
Emilia tocó la puerta con el dorso de la mano, confirmando que, a pesar de su supuesta dureza, resonaba sin eco. Aún sin certeza de cuál era el verdadero significado de esta cosa que había descubierto, Emilia ladeó la cabeza.
『 Emilia: ¿Pero qué podría ser? ¿Hm? 』
『 Hadas: — 』
Los tenues destellos giraban una y otra vez alrededor de la cabeza de Emilia mientras ella esperaba que estuvieran de acuerdo.
Después de descubrirlas en la Habitación de la princesa, Emilia se dio cuenta de que las hadas existían por doquier en todo el bosque y, después de decirles que estaba buscando el Sello, ellas lo encontraron para ella bastante rápido.
Aunque fueron ellas quienes la guiaron hasta aquí, parecía que tampoco conocían el significado de este Sello.
Pero, incluso si lo supieran, no podían hablar, así que no tenían manera de informárselo a Emilia.
『 Emilia: No lo entiendo... qué aburrido. Pero logré encontrarlo. Clapclapclap. 』
Emilia se aplaudió a sí misma y, después de asentir ampliamente, se fue de ahí.
A partir de ahora, ella tenía un as bajo la manga: si, hipotéticamente, Madre Fortuna y los otros descubrían que Emilia se escapaba de la Habitación de la princesa, Emilia revelaría lo que sabía sobre el sello—ella no lo entendía realmente, pero pensó que quizá estarían en igualdad de condiciones si la reñían.
Ella no podía recordar exactamente qué fue lo que la llevó a pensar así.
『 Emilia: Mmmpf. Madre Fortuna y los demás son malos. Geuse es malo. 』
Emilia recordó al hombre alto de túnica negra, antes de sacar la lengua hacia él en su ausencia.
Además de Emilia, él también logró sacar a relucir esa expresión facial secreta de la querida Madre Fortuna de Emilia. Ella sabía que él no era una mala persona, pero innegablemente, era su enemigo.
Aunque aún no había tenido un enfrentamiento directo con él, si Fortuna alguna vez le daba a ella la oportunidad de encontrarse con él, Emilia decidió que le pisaría un pie.
『 Emilia: Las hadas volarán en su cara y, mientras está confundido, le pisaré el pie. Y lo pisaré con ambos pies. Y usando los talones. …bueno, eso seguramente dolería, sería mejor usar los dedos de los pies. 』
No se olvidó de poner un fragmento de amabilidad a sus despiadados planes.
Ningún aliado la acompañaría en su cruel guerra. Mientras mantenía un ojo en el enemigo con las hadas, Emilia se escabullía a través del bosque, abandonando sus profundidades, de camino a la aldea.
En esta ocasión, ella no se había escapado de la Habitación de la Princesa, sino que era el tiempo libre normal de Emilia. A esta hora, Fortuna estaría por los alrededores del bosque para verificar que las barreras estuvieran firmes, quedando la aldea ocupada únicamente por los ancianos y los niños que tenían alrededor de la edad de Emilia.
Los ancianos no pudieron acompañar a Emilia en sus aventuras, y por alguna razón ninguno de los niños se le acercaba. Eso hizo que Emilia se sintiera sola, pero, cuando eso pasaba, Fortuna ponía toda su energía en jugar con ella y hacer que se olvidara de ello. Por lo tanto, no poder jugar con los otros niños, no era un asunto tan importante para Emilia.
『 Emilia: Y apuesto a que soy la única que sabe del seio. 』
Ese insignificante sentido de superioridad apoyaba las insignificantes presunciones de Emilia. Infló el pecho, llevándose a las hadas con ella mientras avanzaba continuamente por el bosque.
Su destino eran sus aposentos. Hoy pasaría su brocha sobre el papel tanto como quisiera, pintando imágenes en la irregularmente gran cantidad de hojas que Madre Fortuna había preparado para ella.
『 Emilia: La artista siente que hoy pintará un cielo rojo y un bosque blanco. —¿? 』
Estaba simulando que lanzaba pintura al lienzo con la brocha, cuando de pronto se dio cuenta de que los movimientos de las hadas se habían vuelto irregulares. Cerró un ojo para poder seguir sus movimientos, los cuales se alejaron del camino del bosque hasta desaparecer en lo profundo de los arbustos.
『 Emilia: Es como si… ¡se acercan problemas! 』
Normalmente, las hadas desaparecían convirtiéndose en partículas de luz, pero ahora estaban desapareciendo volando hacia las profundidades del bosque. Emilia determinó que esto significaba que se avecinaban problemas, o que le estaban diciendo que las siguiera.
Se alejó del camino y entró en los arbustos, para luego trepar sin dificultad sobre hierbas y arbustos que eran más altos que ella. Mientras atravesaba el bosque, las ramas se enredaron múltiples veces con su largo y plateado cabello, hasta que salió y se encontró—
『 ???: Parece que me encuentro en todo un aprieto… El tiempo prometido acabará atrasándose. 』
—En el oscuro bosque, de pie en un camino angosto, apoyado en un árbol delgado, había un hombre preocupado.
『 Emilia: —Auh, 』
Emilia gritó involuntariamente, e inmediatamente puso las manos sobre la boca. Pero éste era un bosque silencioso, y ésa era la ruidosa voz de una niña. El sonido llegó claramente a los oídos del hombre e inadvertidamente atrajo su atención.
『 Hombre: ¿Quién está ahí? 』
El hombre ladeó la cabeza y la giró hacia el arbusto donde estaba Emilia.
Rasgos mansos. Cabello verde cortado uniformemente. Su rostro era delgado, pero su cuerpo no daba la impresión de ser frágil. Era alto, más alto que Fortuna, e incluso más que este follaje del que Emilia solo podía sobresalir si saltaba con mucha fuerza.
Este hombre tan familiar era el detestado enemigo de Emilia, Geuse.
『 Geuse: — 』
Él miraba fijamente hacia el arbusto sin decir ni una palabra. Emilia se sujetaba la cabeza y, arrepentida, se resignó a que él no lo ignoraría.
Lo que en verdad estaba pasando era que, al sostenerse la cabeza y estar agachada de esa manera mirando en dirección contraria, el trasero de Emilia sobresalía del arbusto y Geuse podía verlo completamente. Pero Emilia no se había dado cuenta, y Geuse no lo mencionó.
Abatida e incómoda, Emilia asomó la cabeza fuera del arbusto.
『 Geuse: Pero qué sorpresa, una adorable jovencita ha apare—hk!! 』
Una gentil sonrisa apareció en rostro de Geuse—o había, hasta que su sorpresa cortó su oración por la mitad.
Sus ojos se abrieron por completo, sus labios temblaban mientras miraba a Emilia. La fijación de su mirada era atípicamente incómoda. Ello se debía, por una parte, a que Emilia consideraba a Geuse un enemigo, y por otra parte porque no podía descifrar las complejas emociones que albergaba la mirada de Geuse.
『 Geuse: Señorita, acaso… no, no podrías, quizás… 』
『 Emilia: — 』
Geuse hablaba con una voz temblorosa mientras sacudía la cabeza, como si estuviera presenciando algo increíble. Emilia tímidamente miró hacia él, vio una abrumadora fragilidad en su rostro—y le pareció desgarrador.
Parecía un niño perdido o alguien que siempre había caminado en la oscuridad y ahora veía la luz, una expresión débil y fugaz, lo cual llevó a Emilia a olvidar todo lo que había sentido por Geuse.
Emilia se le acercó, tomó el dobladillo de la vestimenta negra de Geuse, y habló.
『 Emilia: …Geuse ¿estás bien? 』
『 Geuse: —! Aua, aauaaa, AaaaaAaaaaa… 』
En cuanto la oyó, el rostro de Geuse se desmoronó todavía más. Su espina dorsal tembló como si un rayo se hubiera transmitido desde los dedos de Emilia, y en ese momento él cayó de rodillas.
Los hombros de Emilia temblaron, Geuse estaba de rodillas, inclinado, sus ojos estaban al nivel de los de Emilia.
De sus ojos brotaba un enorme flujo de lágrimas.
La imparable corriente de lágrimas caía como un río por el rostro de Geuse. Ésta era la primera vez que Emilia veía llorar a un adulto, y lo único que podía hacer era ver lo que estaba ocurriendo, conteniendo el aliento.
Tomando la mano petrificada de Emilia, Geuse miró a la niña directamente a sus ojos amatistas.
『 Geuse: Estoy, bien… si, ¡sí! Estoy muy bien. No hay problema alguno, para nada… yo, yo… acabo de, de verdad justo ahora, de ser salvado más allá de cualquier comparación. 』
『 Emilia: ¿En serio? ...Te salvaron, ¿pero aun así estás llorando? 』
『 Geuse: No estoy llorando de tristeza… éstas son lágrimas de alegría, de deleite, de dicha… Las lágrimas de felicidad, existen. Eso es lo que yo... lo que quiero decir es… p-porque tú, todos ustedes, me enseñaron… hg. 』
Sus abrumadoras emociones se transmitieron a través de sus temblorosos dedos, y Emilia no solo no sentía prisa alguna de quitárselos de encima, sino que además puso la mano que ella tenía libre sobre la que ya estaba siendo sostenida.
Geuse agachó la cabeza, sus lágrimas se derramaban en el suelo, gimiendo y gimiendo y gimiendo imparables sollozos. Sus antes denominadas lágrimas de felicidad seguían fluyendo.
—Así que, ¿también se llora de felicidad? Entonces, ¿él estaba feliz ahora mismo?, pensaba la joven Emilia.
『 Emilia: Estás feliz, pero llorando… 』
Ella sintió que lo podía entender más o menos.
Emilia ocasionalmente había pasado noches solitarias en vela. Cuando eso ocurría, se metía en la cama de Fortuna, se envolvía en los brazos de su madre, y dejaba pasar el tiempo en esa calidez hasta que llegara el amanecer.
Emilia sería liberada de su inquietud, cobijada en felicidad, algunas veces estando a punto de soltar algunas lágrimas. Así que lo que Geuse estaba experimentando quizá era un sentimiento similar al que Emilia sintió en ese entonces.
Emilia pensó en si podría hacer algo como lo que podía hacer Fortuna.
『 Emilia: Está bien, Geuse. Estás bien. Todo está bien. 』
『 Geuse: —hk. 』
Consolándolo, Emilia acarició la cabeza de Geuse.
Un temblor sacudió su cuerpo. Emilia tomó a Geuse, que aún miraba hacia abajo, y lo sostuvo en su pequeño pecho. Sus sollozos se transmitían directamente a ella, la intensidad de su llanto llegaba hasta su interior.
Antes había pensado en pisarle el pie, y ahora acabó haciendo esto.
Era un tipo irremediable. Un enemigo inútil. No podía hacer algo tan terrible a alguien que estaba llorando. De seguro, Madre Fortuna también perdonaría esto.
『 Emilia: Es muy triste llorar a solas. 』
En cuanto Geuse terminó de llorar, volvieron de la mano a la aldea.
Tenía que hablar de esto con Madre Fortuna.
Sobre su paseo por las profundidades del bosque, y sobre un adulto llorando.
Porque los dos que sabían su secreto ya no eran enemigos, sino algo parecido a amigos.
※ ※ ※ ※ ※
Estando su espalda apoyada contra algo duro, Emilia se recuperó de su momentánea pérdida de consciencia.
Sacudió la cabeza, entrelazando los dedos con su cabello plateado, dando quejidos ante el estridente e incesante zumbido en sus oídos.
¿Qué fue ese corto sueño que acababa de tener?
Esa escena no estaba en ningún lugar de su memoria. No debería estarlo.
Aun así, esa visión tan poco familiar se manifestó como si de verdad lo hubiera presenciado antes. Los personajes involucrados eran gente que Emilia conocía, y ella definitivamente estaba presente en esa recreación, pero estaban interpretando escenas que ella desconocía totalmente.
Ella conocía a Fortuna, conocía a Geuse, conocía a las hadas, conocía a su versión más joven.
Pero no recordaba esos eventos. Eventos desconocidos. Conversaciones que no estaban en su memoria.
Derramándose, desbordándose, las visiones no vistas de Emilia.
El sello con forma de puerta. Las escapadas de la Habitación de la princesa. Las hadas guiándola. El significado de la túnica negra de Geuse. Las últimas palabras que Madre Fortuna le dijo a Emilia.
『 Emilia: —Auh, hhk, 』
Un dolor especialmente agudo atravesó el cráneo de Emilia.
Ella se limpió rigurosamente con las mangas las lágrimas que fluían de sus ojos, la pálida piel alrededor de sus ojos se hinchaba de un color rojo mientras suspiraba.
Desde que terminó su contrato con Puck, estos recuerdos desconocidos habían estado emergiendo uno tras otro en la mente de Emilia. Ella no tenía ni la más mínima idea de lo que significaban.
Pero sabía que no eran insignificantes, y que no eran delirios infundados.
La parte más fundamental del corazón de Emilia no estaba rechazando ni distanciando estos recuerdos.
Ella lo sabía. Lo más profundo de su corazón conocía estas escenas.
Lo cual podría significar que estos eventos realmente ocurrieron. Si así fuera, ¿entonces por qué no habían estado en la cabeza de Emilia antes?
Su pasado, el cual presenció durante la Prueba.
Un recuerdo de estar en un bosque de nieve, Fortuna lanzando odio y resentimiento hacia ella, lo cual la hizo querer gritar. En la memoria de Emilia faltaba algo trascendental que conectaba con ese punto.
Emilia se preguntaba si encontraría la conexión a esa pieza faltante en este mar de recuerdos.
En ese caso, Emilia tendría que ahondar más profundo, dragar las profundidades de dicho mar, y descubrir aquello que se había hundido en él.
『 Emilia: Tengo que… encontrarlo, rápido… 』
Su cabeza dolía. Su cuerpo le pesaba. Su visión era borrosa. Su fuerza escapaba de ella.
Aun así, debía apoyarse en el muro, levantarse y continuar.
Lenta y laboriosamente, arrastrando su pesado cuerpo, a lo profundo de la oscuridad, hacia lo más profundo, su rostro casi en lágrimas, por sí misma, caminó.
Sola.