domingo, 18 de abril de 2021

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El Santo de la Espada vs la anterior Santa de la Espada


Traducción:
Aingero | Sebastián

Corrección y edición:
Jair (Primer corrector)
Carlos (Segundo corrector)
Pretinaverse (Detallitos por aquí y por allá)

※ ※ ※ ※ ※

——La Espada Dragón Reid era un arma que contaba con numerosos enigmas.

Era sabido por todos que esa espada atesorada había sido heredada a través de las generaciones de la familia Astrea, la cual había dado luz a Santos de la Espada uno tras otro; pero su origen y qué o quién les otorgó originalmente dicha espada era información que nunca se transmitió a los descendientes.
Era una espada atesorada con un pasado oscuro y, para colmo, un turbio historial de ser imposible de desenvainar por cualquiera que no fuera un Santo de la Espada. Y más concretamente: un Santo de la Espada sólo podía desenvainarla en una situación que de verdad lo ameritara.

Se trataba de una espada atesorada cuyo filo había descendido sobre el Dragón Divino Volcánica por parte del primer Santo de la Espada, Reid Astrea.
En el pasado, cuando los dragones avanzaron en grandes números, esta legendaria espada se encargó de cortarlos a todos por completo.
Pero si dejamos eso de lado, no era más que una espada sin mucho filo, una simple espada mágica que se fortalecía al absorber la sangre de sus enemigos.

Sus numerosas anécdotas son imposibles de confirmar, lo cual hacía que hablar de ellas fuera como hablar de mitos.
Como sea, nada podía ser dicho con seguridad, ni tampoco había pruebas.

Si había algo que se podía decir con certeza era que:
——La Espada Dragón Reid era un arma suprema que podía vencer espadas atesoradas, espadas legendarias y espadas mágicas de cualquier tipo.
——Era la máxima encarnación del acero con forma de espada; no existía ningún otro acero capaz de superarla.

Incluso para Wilhelm, quien había sido condecorado con el título de honor de un espadachín de la familia Astrea, «van», ésta era sólo la tercera ocasión en toda su vida que había podido presenciar la impoluta blancura de aquella hoja.

『 Wilhelm: ——Reinhard. 』

Ahí se hallaba él, sosteniendo en su mano izquierda la vaina negra con grabados hechos por las garras del Dragón, mientras que en su derecha sostenía la Espada Dragón.
Con semejante cabello rojo ondeando con el viento y ojos azules observando atentamente la situación, no podía tratarse de nadie más: era el actual Santo de la Espada, Reinhard van Astrea.

Todos se sintieron abrumados por aquella solitaria y majestuosa figura que estaba de pie, incluido Wilhelm.
Se trataba de su nieto, quien heredó el título de Santo de la Espada, se convirtió en caballero real y espada del reino——y, de hecho, ésta era la primera vez que Wilhelm lo veía entrar a un campo de batalla.

Tras perder a Theresia durante el Gran Plan de Subyugación, Wilhelm se marchó de la familia Astrea. La disputa que tuvo con su hijo y su nieto en aquel entonces, incluso después de quince años, seguía sin resolverse. 
Por ello, durante los últimos quince años, Wilhelm había estado siempre en busca de venganza por su esposa, alejando la mirada de su familia. Fue por eso que no fue testigo del deterioro de su hijo ni del crecimiento y los logros de su nieto.

——Era por eso que ahora mismo estaba abrumado por la presencia de Reinhard.

El que se encontraba de pie ahí era el Santo de la Espada.
Una existencia bendita con el amor del Dios de la Espada, con la capacidad de desenvainar la espada suprema, levantándose por encima de los deseos de toda clase de espadachines——solo podía tratarse del Santo de la Espada.

Al observar esa figura, Wilhelm recordó.
No su dolor; eso era algo que ya había olvidado. Lo que recordó era una emoción diferente. Una emoción que Wilhelm sintió hace mucho, mucho tiempo, cuando presenció el danzar de la hoja de la Santa de la Espada, Theresia.

En ese momento, Wilhelm sintió una distancia que jamás sería capaz de recorrer.
Un territorio que, de ninguna manera, sería capaz de alcanzar; haciendo a Wilhelm lamentar la insignificante naturaleza de su talento con la espada.
A pesar de eso, blandió su espada sin rendirse, y lo siguió haciendo hasta que finalmente logró alcanzar con sus propias manos la frontera de ese territorio. No había distancia demasiado lejana, eso era lo que se suponía que había demostrado.
——Pero qué panorama más pobre; qué campo de visión más limitado.

Calidades diferentes. Alturas diferentes. Pesos diferentes. En general, era diferente. En todo aspecto.
Esa no era una existencia sobre la que se pudiera debatir si era posible de alcanzar o no.
Literalmente, era una existencia que se hallaba en otra dimensión.

『 — 』

Theresia bajó lentamente su espada larga. La hoja estuvo a punto de atravesar a Heinkel, pero se detuvo ante la presencia de un nuevo enemigo.
El despiadado cadáver andante de Theresia van Astrea ya había perdido cosas como la dignidad del espadachín y la disciplina del guerrero.

Todo lo que le quedaba eran las órdenes de quien sea que estuviera manipulando su cadáver mediante alguna técnica arcana.
El mejor uso que se le podría dar a ella era convertirla en un obstáculo.

Y si sus órdenes priorizaban a aquellos que pudieran representar una verdadera amenaza, entonces era natural que cambiara de objetivo.

Al envejecido espadachín se le había arrebatado la posibilidad de seguir en batalla y sólo aguardaba su muerte por desangramiento. 
Mientras que el subcomandante sólo de nombre había perdido todo su espíritu de lucha, siendo incapaz siquiera de escapar.

Ambos habían dejado de representar una amenaza para Theresia.
Por lo tanto, no necesitó pensárselo dos veces antes de dirigir su espada hacia el actual Santo de la Espada para manifestar sus habilidades como anterior Santa de la Espada.

『 Wilhelm: ¡Espera! ¡Theresia! ¡Mírame, mírame a mí! ¡THERESIAAA! 』

Arrastrando su pierna y dejando un rastro de sangre tras de él, Wilhelm gritó.
Como si no hubiera escuchado aquel grito, Theresia no le prestó atención. Como si el choque de sus espadas hasta ahora no hubiera ocurrido; ella lo trató como algo que ni siquiera estaba presente.

Era humillante. Pero era todavía más triste.
No obstante, no tenía tiempo de ahogarse en penas. Estarse estancando así le resultaba imperdonable.
Debía gritar en ese instante. Debía detenerla ya.

『 — 』 

Ignorando el acelerado corazón de Wilhelm, Theresia acortó la distancia de un salto.
Ante los ojos de Reinhard, Theresia se acercó con un elegante salto mientras su largo y rojo cabello danzaba por al aire. 

La espada larga trazó un semicírculo, pintando una artística diagonal a lo largo de Reinhard——Sin embargo, en un instante más breve que un parpadeo, Reinhard rechazó el corte de la espada.
Reinhard, que esquivó moviéndose hacia atrás y a un costado, era perseguido por la punta de la espada larga, como si fuera un ente vivo con voluntad propia. La expresión de Reinhard no presentó el más mínimo cambio ante los constantes cortes asesinos de una espada que obliteraba el aire que estuviera en su trayectoria. Sin haber dado siquiera un paso entero, Reinhard se encontraba intacto.

『 — 』

Dándose cuenta de lo desfavorable que era su posición, Theresia se lanzó silenciosamente hacia el frente. Enfrentar a Reinhard con la mitad del cuerpo expuesto sólo podía considerarse un suicidio.
Dándose la vuelta, Reinhard miró directamente a Theresia, cuya espada larga tenía como objetivo su ojo.

Justo detrás de Reinhard se encontraba Heinkel. Como si estuviera protegiendo a su padre, Reinhard confrontó a su abuela. Con sólo eso, Wilhelm se dio cuenta de que todos sus ataques y defensas hasta ahora fueron para poder colocarse en esa posición.

『 Heinkel: ¡Basta…… Pero qué… qué diablos…… Qué he… qué es lo que he hecho! 』

Con una expresión de terror y aferrándose a su propio cabello, Heinkel no se dio cuenta. 
Aunque su hijo se encontraba protegiéndolo frente a sus propios ojos, la realidad que acababa de presenciar ya lo había abrumado.
Y de hecho, nadie esperaba que tuviera la capacidad de superar la situación, ya que siempre había sido así.

Y por eso, lo único que podía hacer Wilhelm era levantar su voz.

『 Wilhelm: ¡Ya basta, Reinhard! ¡Mírame! ¡Theresia está… en mitad de una batalla contra mí! ¡No tienes permitido interrumpir un duelo entre dos espadachines! 』

『 — 』 

Reinhard miró de reojo a Wilhelm, quien gritó que todavía estaban en medio de una batalla. Con sus ojos azules, miró hacia la pierna derecha de Wilhelm, cuyo sangrado persistía.

『 Reinhard: …Con esa pierna, no puedes seguir luchando. 』

『 Wilhelm: ¡Y qué si mi pierna no se puede mover! ¡Para blandir la espada, estas manos aún sirven! ¡Y si ya no puedo usar mis manos, entonces usaré mis dientes! ¡Y si mis dientes dejan de servir, usaré mi alma! ¡Mientras no haya perdido la vida, no habré sido derrotado! 』

『 Reinhard: Mientras no hayas perdido la vida, ¿eh? ……Entonces ¿qué piensas de la mujer frente a tus ojos? 』

『 Wilhelm: —hg. 』

Ante la pregunta de Reinhard, Wilhelm se quedó mudo.
En completo silencio e inexpresivamente, Theresia miraba con ojos vacíos a sus oponentes. Observándola por el rabillo del ojo, Reinhard esperaba una respuesta de Wilhelm.

『 Reinhard: Un simple cadáver sin conciencia propia moviéndose de acuerdo a los deseos de quien la esté manipulando——No veo sentido alguno en jugar con los muertos, y mucho menos en involucrar la dignidad de un espadachín. 』

『 Wilhelm: ¡La dignidad de un espadachín dices… hg! 』

Anhelar un duelo con un cadáver andante era una tontería.
Wilhelm era incapaz de refutar el razonamiento de Reinhard. Era verdad que Theresia ya no estaba con él y que la batalla había llegado a su fin.
Sin importar lo mucho que gritara Wilhelm, su deseo no se cumpliría.

Además, el actual Wilhelm no estaba en condiciones de considerarse un espadachín.
Apoyándose de su espada, se encontraba en una situación en la que usaba las palabras en vez del acero, y usaba sus deseos en vez de la fuerza de su espada. Dentro de ese derrotado Wilhelm van Astrea ¿quedaba aún algo del orgullo y dignidad del Demonio de la Espada?

No, ya no. Estaba vacío.

『 Reinhard: ——Los muertos no se mueven. Los muertos no tienen futuro. No perdonaré este sinsentido. 』

Declaró Reinhard frente a Wilhelm, quien ya no podía hablar.
Sus ojos se apartaron de su abuelo, y ahora observaban directamente el cadáver de su abuela, de pie frente a sus ojos.

Con un movimiento delicado, la Espada Dragón Reid apuntó hacia sus ojos.
Curiosamente, esa postura era idéntica a la de Theresia, como el reflejo de un espejo.

『 — 』

El deprimente llanto del filo de la Espada Dragón, era tan visible como su inmenso resplandor.
Ese era el clamor de la espada. Clamor que demostraba emociones profundas, felicidad por haber obtenido la oportunidad de ser blandida, y lamento al tener que oponerse a quien alguna vez fue su portadora; eso expresaba en su voz la hoja suprema.

『 Reinhard: … 』

『 Theresia: … 』

Silenciosamente, los ojos azules de ambos espadachines se cruzaron.
Normalmente, el Santo de la Espada se presentaría, pero esta vez no.

Era de esperar, ya que esa clase de formalidades sólo se llevaban a cabo con oponentes que fueran capaces de demostrar la dignidad del espadachín y la disciplina del guerrero.
Contra un oponente incapaz de ello —contra un oponente que no podía ser tratado como un igual— no era necesario hacerlo.

El ambiente se enfrió y el mundo fue aplastado por una tensión prácticamente palpable.
Sintiendo como si todo su cuerpo se estuviera volviendo más pesado y siendo abrumado por una sensación de presión, Wilhelm abrió la boca.

Sin saber las palabras que debía pronunciar, se sintió presionado por una desesperante sensación de que debía decir algo.
——Irónicamente, eso sirvió como señal de inicio para los dos espadachines.

『 Wilhelm: ¡Deténganse——hg! 』

Su voz no los alcanzó
Dejando atrás ese distante sonido, los espadachines chocaron.

『 — 』

Avanzando mientras atacaba, la espada larga de Theresia emitió un rugido que cortaba el viento, su más grandioso corte era dirigido hacia Reinhard desde el ángulo más perfecto.
De hecho, de entre todos los cortes que Wilhelm ha visto por parte de Theresia, puede que este haya sido el más hermoso.

En circunstancias normales, puede que Wilhelm hubiera sentido algo de envidia por el hecho de que no fue él quien logró que Theresia demostrara la cúspide de sus habilidades con la espada.
No obstante, en ese momento, las emociones que salían del corazón de Wilhelm eran otras.

Y eso que abrumaba enormemente su corazón se había desbordado tomando la forma de ciertas palabras.

『 Wilhelm: ¡NO LA MATES, POR FAVOR! 』

Las emociones que tuvo que contener, las pasiones que tuvo que reprimir, las cosas que no podía desear, y el amor que no se había permitido sentir. Todo eso se desbordó como si las barreras de Wilhelm se hubieran derrumbado.

Theresia, la que conoció en su juventud.
Fue la única mujer en su vida que logró dejar marca en su corazón, fue quien le hizo notar el mundo que se hallaba más allá de la espada. Frente a él se encontraba la mujer por la que daría cualquier cosa y pensaría que eso no era suficiente.
La amada mujer, a quien nunca logró decirle que la amaba ni una sola vez, estaba justo ahí.

『 Wilhelm: ¡¡ELLA… ELLA ES MI THERESIA—— hg!! 』

Nunca antes había pronunciado esas palabras.
Estando desorientado, en un estado en el que podía perder la vida, era inaceptable para él priorizar sus emociones.

Era un acto que mancillaba la dignidad del espadachín, la disciplina del guerrero y la nobleza de la batalla.
Esa no era más que la voz de un hombre. Un hombre desesperado por no perder a la mujer que amaba.
Y el llamado que anunció su muerte fue——

『 Reinhard: ——Mi honorable abuela murió; yo la maté hace quince años. 』

Dijo una callada voz, casi susurrando.
Una voz tan tenue que ni siquiera se podía asegurar que haya sido audible.
Sin embargo, era incuestionable que fue en respuesta al clamor de Wilhelm.

『 — 』

El corte de Theresia avanzaba directo hacia Reinhard.
La Espada Dragón todavía no iniciaba una trayectoria de ataque.

Impactó. Cortó. Así luciría para cualquiera; no obstante——

『 Reinhard: ——Lo que se encuentra aquí, no es más que una vulgar imitación. 』

La Espada Dragón Reid trazó un corte.

En un solo movimiento fluido, la Espada Dragón lanzó un corte inaudible, y la blanca hoja de la espada, con la misma fluidez, volvió a ser envainada.

Al final, lo único que se pudo escuchar fue el tenue sonido metálico de la guarda de la espada tocando la vaina.

Con sólo eso, la batalla llegó a su fin.

Ese fue su final.