martes, 22 de septiembre de 2020

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La firma de un divorcio


Traducción: Robert Corrección y edición: Carlos (Primera corrección) Pretinaverse (Detallitos por aquí y por allá) ※ ※ ※ ※ ※


La Autoridad de Codicia asociada al nombre de su estrella, la verdadera cara de su «invencibilidad».


Los nombres de las estrellas que Subaru conocía, alineados con los nombres de los Arzobispos.


La etimología de Betelgeuse, Mano de Orión, encajaba perfectamente con la Mano Oculta del chiflado Petelgeuse Romanee-Conti.

(NT: La etimología de Betelgeuse (la estrella) es «yad al-jawzā», o sea «la mano de Jauza»), siendo Jauza una figura mitológica de sexo femenino, inicialmente identificada por los antiguos árabes en el firmamento con Géminis y posteriormente asociada con la constelación de Orión. Entonces «yad al-jawzā» es «la mano de Orión».)

 

Por lo tanto, Subaru creía que los sobrenombres de las estrellas estaban estrechamente relacionados con las Autoridades de sus Arzobispos.

Y el Arzobispo de la Codicia se llamaba Regulus Corneas. El nombre «Regulus» tenía origen del latín «Leo», que significaba «Pequeño Rey», así como… «Corazón de León».

(NT: Regulus (la estrella) también es conocida por el nombre árabe Qalb Al Asad, que significa «el corazón del león».)


Aunque una vez se había burlado de la idea, Subaru se dio cuenta de que esta noción no carecía de sentido y siguió esta línea de pensamiento, llegando así a una hipótesis.

 

En primer lugar, ¿cómo se define un «Rey»?

 

El Reino de Lugnica se encontraba en medio de la Selección Real, y cada candidata se esforzaba por mostrar su «Realeza». Aunque cada visión de la «Realeza» saldría a la luz tarde o temprano, Subaru quería sacar el tema del «Rey» aquí, en esta situación en la que tomaba un significado más universal.

 

El así proclamado «Rey» estaba en la cima del reino representándolo.

Aflojando la definición, una nación podría estar hecha de cualquier cosa, pero un solo individuo no podría convertirse en ninguna nación.

El «Rey» que simboliza el país existía gracias a los «Ciudadanos» dentro de él.

 

Siguiendo esta línea de pensamiento, Regulus Corneas —que llevaba el nombre de «Pequeño Rey»— debería tener «Ciudadanos» que le concedieran el título de «Rey».

 

Subaru: Entonces, aquellos que hacen rey a Regulus… ¿dónde están los «ciudadanos» de su «pequeño reino»?

 

Ni siquiera tuvo que pensarlo.

Regulus atacó la ciudad de Priestella sin traer a ningún cultista.

Aunque el Culto de la Bruja era un grupo de demonios maliciosos que actuaban de forma independiente, Regulus había sido el único de ellos que había traído personal innecesario.

 

¿Por qué necesitaría hacerlo?

Aunque, conociendo a Regulus, no era imposible que sólo estuviera haciendo alarde de su codicia; pero si no era así, si actuaba por necesidad…

 

Subaru: Para que Regulus fuera un «Pequeño Rey», necesitaba traer sus «Ciudadanos», su colectivo de esposas. Aunque aún es desconocido si la distancia tiene alguna relación, parece que, debido a esta restricción, aunque hubiera cincuenta esposas, Regulus aun así tendría que traerlas.

 

¿La condición de esta «invencibilidad» se basaba en el número de esposas? ¿O en la distancia de las esposas?

Si la identidad de Regulus como «Pequeño Rey» fuera condicional, el alcance de lo que Codicia podría alcanzar se vería potencialmente afectado por esos límites.

En resumen, las esposas de Regulus no eran de ninguna manera irrelevantes para su «invencibilidad».

 

Subaru: Pero esto no es suficiente para revelar el secreto de su truco.

 

Lo que Subaru había entendido con su razonamiento era sólo la parte del «Pequeño Rey».

Su otro nombre —Corazón de León— aún no tenía explicación, así como tampoco el abrumador poder, tanto ofensivo como defensivo, que acompañaba a su «invencibilidad», así como el hecho de que su entorno no le afectaba. Todo ello seguía siendo un misterio.

Si sólo tuviera un cuerpo fortalecido, no habría sido imposible que Reinhard se abriera paso; sin embargo, la «invencibilidad» de Regulus superó claramente tal resistencia.

 

Subaru: No puede ser una barrera superfuerte. Todas las medidas para detener a un enemigo «invencible» ya han sido probadas. Además, definitivamente carecía de latidos y temperatura corporal. Así que…

 

El nombre «Corazón de León» abrió un pensamiento, y la última pieza del rompecabezas cayó en su lugar.

 

La autoridad de Regulus de la Codicia no era la «invencibilidad».

La verdadera cara del poder abrumador del villano era la «Estasis de la Materia».

 

Estaba completo, satisfecho y sin fallas.

Esas palabras de autoafirmación distorsionada que Regulus siempre decía eran acerca de cómo era un hombre satisfecho con su existencia ideal, pero al mismo tiempo no hizo ningún intento de ocultar la naturaleza de su habilidad.

 

Subaru: Debido a que el tiempo de su cuerpo está congelado, puede negar cualquier ataque; ni siquiera el agua lo mojará. El tiempo de la arena y la grava que lanza está congelado, así que no rebota, va directamente a través.

 

Entre los superpoderes conocidos en el manga, había algo similar llamado «Ruptura espacial».

(NT: Referencia a Project ARMS, una serie de manga y anime creada por Kyoichi Nanatsuki y Ryōji Minagawa en 1997).

 

Este poder, como su nombre literal sugería, causaba una ruptura con el espacio mismo, cortando algo de su entorno, independientemente de lo que pudiera intentar afectarlo; la existencia misma de Regulus actuaba así, en algún nivel.

 

Podría decirse que Regulus Corneas, que podría separarse a sí mismo del flujo del tiempo, era en sí mismo una distorsión del espacio.

De hecho, como él dijo, la dimensión era diferente — La «invencibilidad» no era más que un efecto secundario de su «Estasis de la Materia».

Lo que quería decir que…

 

Subaru: —¡La técnica secreta de congelar el tiempo es tu verdadera habilidad!

 

Regulus: ¡Dilo tan orgullosamente todo lo que quieras, no sé de qué hablas! ¿Quién te crees que eres? ¿Eres de los que asumen que todos los que te rodean deben saber lo que tú sabes? ¡Incluso la arrogancia debe tener un límite, bastardo egoísta!

 

Subaru presionó su espalda contra un muro de piedra, ocultando su figura, y Regulus se precipitó sobre él mientras gritaba.

 

Rompiendo las paredes, cortando el canal de agua, literalmente cruzando directamente en una marcha de devastación——y como resultado de esto, Regulus alcanzó a Subaru.

En este momento, Subaru se encontró con todo esto solo. Dicho esto, en realidad éste no era el emocionante encuentro que la palabra «combate» implicaba en realidad.

 

Regulus: Tú, que corras de un lado para otro me irrita hasta la muerte. ¿Pensaste que diría que no huir te hace un hombre de verdad? Tú y yo no podemos compararnos en absoluto. Aunque claramente te quedaste boquiabierto cuando envié al Santo de la Espada a volar, ¿no puedes entender algo así? ¡No importa cómo lo mires, estás mirándome por encima del hombro, ¿no crees?!

 

Subaru: Cuando es alguien a quien odias, lo que haga, bien o mal, siempre es irritante. Si yo corriera, sólo correría hacia un futuro con todas mis fuerzas hasta morir. Además… esta elección es la respuesta correcta, debería serlo.

 

Regulus: ¿Respuesta correcta? Ya sea que se trate de selección de personal o de estrategia, ¡todo, todo! Sólo puede conducir de forma enredada hacia la muerte, ¿no es así? Si querías continuar la lucha, ¿no habría sido mucho mejor que esa mujer infiel se quedara? ¿Siquiera hay algo que un adúltero como tú pueda hacer aparte de tocar a la esposa de otro?

 

Subaru: Lo que estás diciendo es en realidad bastante duro.

 

Aunque Regulus seguía hablando, Subaru no estaba ansioso en lo más mínimo.

Ni ansioso, ni irritado; incluso su disgusto se había diluido, ya que sólo confiaba en sus palabras para controlar la situación.

 

Ahora, Subaru había atraído a Regulus lejos de la catedral, separándose de Emilia, enfrentándose al villano solo.

Era un poco inexacto decir que estaba «enfrentándolo». Como Subaru sólo trataba de esconderse, mantuvo su comportamiento burlón, esforzándose sólo por ganar tiempo.

 

Si Regulus se diera cuenta de esto e hiciera un ataque destructivo que desgarrara el espacio de arriba abajo, los planes de Subaru se harían añicos en un instante. Sin embargo, Subaru estaba seguro de que Regulus nunca lo haría.

En este corto período de tiempo, con la naturaleza hostil de sus interacciones, se había hecho una idea muy precisa del carácter de Regulus.

 

En resumen, Regulus era escoria.

 

Pero esa simple declaración no podría explicar de ninguna manera todos los problemas de Regulus.

Más precisamente, Regulus era alguien que se valoraba mucho a sí mismo, y ciertamente nunca sería capaz de ignorar la existencia de los demás.

 

No sería una exageración considerarlo la encarnación del deseo de aprobación y del deseo de presumir.

Afirmando que no tenía deseos ni exigencias con palabras sofisticadas, y tratando su existencia como si ya hubiera alcanzado la perfección, Regulus parecía incapaz de seguir viviendo sin proclamar su propio valor a los demás.

 

Reprimir los sentimientos de los demás, imponiéndoles sus propios valores, usando la intimidación y la violencia para imponerse por la fuerza como autoridad suprema.

Esta actitud no era la forma en que trataba sólo a sus esposas, sino la forma en que trataba al mundo entero.

 

Era por eso que, en cierto sentido, Regulus estaba realmente atento y serio a todo lo que se enfrentaba.

Su batalla contra Reinhard lo demostró perfectamente.

 

Si Regulus hubiera querido, podría haber anulado completamente los ataques de Reinhard con su «invencibilidad», y seguir adelante matando a los ligeramente problemáticos Subaru y Emilia.

A pesar de esto, estaba deliberadamente ansioso por aceptar los ataques de Reinhard directamente y, por lo tanto, fue incapaz de poner este eficaz plan en acción.

 

Pero esto no quería decir que el espíritu de Regulus fuera noble y benevolente.

Más bien, esto demostró firmemente la naturaleza que supuestamente había dejado de lado.

 

——Este hombre, Regulus, no podía actuar sin destruir todo a su paso con su Autoridad.

 

Por eso, era imposible que pudiera decidir no aplastar al entrometido Reinhard o simplemente ignorar las repetitivas provocaciones de Subaru.

Confiando ciegamente que no podía ser ni herido ni derrotado, necesitaba forzar a sus oponentes a rendirse completamente y dejar sus espíritus derrotados y quebrados ——ésta era la única forma de luchar de ese hombre.

 

Una naturaleza tan repulsiva era realmente desagradable de contemplar.

El porqué de esta noción era que, seguramente todos sin excepción, tendrían en cierta medida los mismos sentimientos.

Incluso el propio Subaru era consciente de tal fealdad en sí mismo.

La existencia de Regulus era tan odiosa precisamente porque obligaba a la gente a contemplar esta fealdad en sí mismos.

 

Sin embargo, esta misma razón fue lo que le permitió atisbar una pequeña posibilidad de victoria.

 

Subaru: Si no quieres, no me cuentes cómo pones en estasis la materia, pero ¿mi suposición está totalmente equivocada? Me encantaría que al menos me aclararas eso, si fueras tan amable.

 

Regulus: ¿Por qué tendría que responder esa pregunta? No tiene sentido y no estoy obligado a hacerlo. Derechos aparte, instarme a revelar mis propios secretos… ¿Hasta qué punto piensas menospreciarme? ¡Maldito, ¿eres incapaz de entender eso sin que tus huesos se conviertan en polvo primero?!

 

Al caer en la provocación de Subaru, Regulus pateó fuerte el suelo.

Las puntas de sus pies atravesaron el adoquinado tan fácilmente que parecía estar hecho de gelatina. La dirección de la munición que liberó sólo podía ser rastreada por el sonido, destruyendo aleatoriamente el área cerca del escondite de Subaru.

Mucho antes de que las balas lo atravesaran, Subaru, que había previsto los movimientos de Regulus, huyó de la pared. Durante su huida, también derribó los pilares de piedra que estaban en los extremos de la calle.

 

Y así, la cuerda atada al pilar de piedra se desató, y una serie de leves sonidos resonaron.

Sobre la cabeza de Regulus, que había mirado hacia arriba para ver lo que ocurría, incontables fragmentos de hielo cayeron hacia él. Con la ayuda de Emilia, la calle se había convertido en un campo minado de trampas cuidadosamente colocadas.

Claramente, el lugar donde Regulus había sido golpeado directamente estaba indemne, pero…

 

Regulus: ¡Este tipo de cosas—! ¡Esto no es más que el desesperado agotamiento de una capacidad limitada!

 

Regulus, sin intentar esquivar el hielo que caía, extendió sus brazos para aceptarlo con todo su cuerpo.

Obviamente, sin esperanza de perforar su «invencibilidad», los fragmentos de hielo se rompieron en pedazos, dispersándose en partículas de maná. Regulus pisoteó todos los pedazos de hielo dispersos, incluyendo aquellos que no habían tocado su cuerpo, como para lucirse, destruyéndolos completamente.

 

Regulus: ¿Qué se supone que es esto? Si tu larga teoría de hace un momento fuera correcta, ¿no podrías pensar en lo insignificante que es este ataque? Viéndolo de esta manera, los ataques de esa chica son mucho más efectivos, ¿cierto? ¡¿Qué es lo que pretendes hacer huyendo de un lado para otro?!

 

Subaru: Si tú respondes mi pregunta, no me importaría responder a la tuya sobre qué pretendo al ir y venir así. Así estaremos en igualdad de condiciones, ¿verdad?

 

Regulus: Decir que estaremos en igualdad de condiciones… ¡No te lo tengas tan creído!

 

Subaru retrocedió rápidamente con un gran salto, alejándose de Regulus.

Negándose a dejarlo ir, Regulus persiguió a Subaru persistentemente, doblando suavemente sus rodillas y saltando en un solo movimiento. Avanzando con esa propulsión explosiva, en un instante la distancia entre ambos se redujo.

Así fue como las puntas de los dedos de La Muerte alcanzaron a Subaru——o lo habrían alcanzado de no ser porque, justo antes, el suelo debajo de Regulus desapareció.

 

Regulus: ¿Qu—?

 

Subaru: No me lo esperaba en absoluto, pero… cuando combates mano a mano, estás plagado de puntos muy débiles, ¿no?

 

La clásica trampa del agujero: usando la magia de Emilia para cavar en la tierra, y luego cubrir el agujero con una capa de hielo muy delgada cubierta de tierra.

Sin embargo, un veterano de cientos de batallas habría visto a través de una trampa tan simple, pero Regulus de hecho cayó completamente en ella. Irónicamente, esto también sirvió como evidencia de que Regulus no podía hacer nada más que imponer victorias con fuerza bruta.

 

Apropiadamente y con rectitud, usando su habilidad trampa para aplastar directamente a su oponente con fuerza bruta.

Al ser incapaz de nada más que esto, obviamente él no consideraría ninguna otra táctica de batalla.

 

Subaru: Aparte de la manera de deshacerme de tu Autoridad, se me ocurren un millón de maneras de deshacerme de ti, ¿sabes? Pero si sigo repitiendo algo como esto, podrían pensar que el villano soy yo.

 

Tomando un atajo para llegar primero a la catedral, luchando hasta el último segundo para convertir esta zona en un campo de minas de trampas.

Aunque Emilia se había negado a alejarse de Subaru hasta el último segundo, con su naturaleza inocente, ella nunca podría usar estas sucias tácticas. Ésta fue una distribución de trabajo basada en la idoneidad de cada uno.

 

Subaru: …

 

En el tiempo en que Regulus aún no había salido del agujero, Subaru le dio un vistazo a su pie derecho. Incluso después del agotador parkour de su escape, su pie todavía estaba en excelentes condiciones. Era fácil olvidar que casi fue desgarrado y ahora estaba cubierto de un patrón negro desconocido.

 

Tal vez ésta era la influencia de la Sangre del Dragón, que se sentía casi como si la sangre le hablara a Subaru.

 

Muéstrale el prestigio del Reino del Dragón a este falso e insolente «Rey» que es tu enemigo.

 

Subaru: En este caso, confiaré más en ti. Aunque te deberé mucho.

 

Regulus: ¡Tu murmullo me irrita hasta la muerte!

 

El suelo estalló con fragmentos de adoquines y terrones de tierra dispersándose con fuerza.

Cubiertos por la Autoridad de Regulus, causaron además un feroz daño en las calles. A pesar de esta devastación, Subaru no estaba en su alcance destructivo.

 

Habiendo vuelto a poner sus pies en el suelo, Regulus, con los ojos abiertos por el odio, miró a Subaru, que había puesto distancia entre ellos de nuevo. Muy deliberadamente, Subaru levantó su dedo corazón a Regulus.

 

Subaru: Antes dijiste «el desesperado agotamiento de una capacidad limitada», pero ¿quién de los dos está haciendo eso ahora? Se dice que «antes de dar un buen consejo, hay que predicar con el ejemplo», así que ¿no sería mejor que te miraras largo y tendido en el espejo antes de hablar?

 

Regulus: ¡Qu-que te burles de mí hasta tal punto es…!

 

Después de que Subaru educadamente señalará sus defectos, Regulus reveló una mirada de ferocidad.

Lo más probable era que sus ansias homicidas hacia Subaru ya hubieran alcanzado fácilmente el límite, y que las llamas del odio hubieran consumido el cuerpo inalterable del villano.

 

Regulus aparentemente no se había dado cuenta en absoluto de que todo esto estaba más o menos dentro de las expectativas de Subaru.

Porque Regulus no tenía ni idea de que, aun con su intención asesina, sus ataques sueltos y desordenados eran ineficaces.

 

Subaru: Aun así, no puedo permitirme tomar esto a la ligera.

 

Limpiándose el sudor del cuello, Subaru, con una sonrisa frívola, se preparó para la muerte.

Debía evitar a toda costa que Regulus se diera cuenta de que su intención era sólo ganar tiempo. Y en caso de que se diera cuenta de eso, impedir que él se diera cuenta del motivo detrás de ello.

 

Habiendo enviado a Emilia lejos, Subaru tenía que cumplir esta tarea necesaria para alzarse victorioso en esta batalla.

Subaru y Emilia se habían jurado el uno al otro que cumplirían sus respectivos deberes a toda costa.

Y por eso…

 

Subaru: Te lo dejo a ti, Emilia. —Asegúrate de sacar a relucir los verdaderos sentimientos de las esposas.

 

    

 

Cuando Emilia llegó a la catedral, las esposas estaban todavía donde las habían dejado.

 

Emilia: Menos mal; todas aún están aquí.

 

Al ver a las esposas alineadas, ese pensamiento de Emilia se deslizó a través de su boca.

Se quedó en silencio, ya que las posiciones de las esposas presentes se habían mantenido literalmente sin cambios.

Con respecto a lo que Emilia recordaba, las esposas no se habían movido en lo más mínimo desde que ella escapó de la catedral.

 

Emilia: ¿Es sólo porque Regulus dio la orden de quedarse quietas?

 

Él no tenía poder de obligarlas, eso fue lo que Emilia entendió de lo que ya le había dicho Subaru, la verdad de la Autoridad de la Codicia.

Aunque Subaru había recalcado repetidamente «esto es sólo una hipótesis», Emilia tenía plena fe en su respuesta.

Subaru y Emilia tenían sus respectivos objetivos que cumplir para derrotar a ese villano, sin importar lo que aún se tuviera que hacer.

 

Emilia: Como todas se quedaron, el primer obstáculo no es un problema.

 

La posibilidad más aterradora era que las esposas se hubieran separado en la clandestinidad, o hubieran huido de la catedral en pánico.

En ese caso, ellos habrían usado un último recurso antes de que la situación se volviera incontrolable. Emilia quería evitar, de ser posible, el plan que Subaru había propuesto tan amargamente.

Por eso…

 

Emilia: A todas, les pido permiso para hablar con ustedes.

 

No había tiempo que perder.

Aunque no había garantías de que ellas siquiera escucharían, Emilia tenía que superar este obstáculo ahora.

 

Número 184: ¿Cómo está el Honorable Esposo?

 

Emilia, que ahora estaba en el centro de la catedral semidestruida, recibió una pregunta de parte de una mujer de pelo rubio que dio un paso al frente——Número 184.

A diferencia de las demás esposas silenciosas en filas ordenadas, sólo ella se sentó al frente cerca del altar colapsado.

 

Después de haber ayudado a Emilia a cambiarse de ropa, ofreciéndole consejo, con ojos tan fríos como cuando hablaba de la desesperación que su futuro le depararía, Número 184 cuestionó a Emilia de regreso con una voz sin inflexión.

 

Emilia: Regulus está fuera. Lo siento. Todavía estamos en batalla. No pude derribarlo.

 

Número 184: Entiendo… No me extraña.

 

Las comisuras de los labios de Número 184 se elevaron casi imperceptiblemente.

Una sonrisa tan pequeña, como si no supiera por qué estaba ahí. Además, Emilia entendió que esa sonrisa no transmitía ni alegría ni tristeza, sino algo parecido al ridículo.

Porque, una sonrisa como esta que existía para hacer daño a los demás, Emilia la había visto muchas veces en el pasado.

Y por eso…

 

Emilia: Qué sonrisa tan triste… A mí me parece que no te queda bien esa expresión.

 

Número 184: …Mis disculpas. Como el Honorable Esposo prohíbe las sonrisas, te permití ver una expresión indigna.

 

Emilia: Por favor, no te disculpes. Lo que quise decir no era eso.

 

Ante las palabras de autodesprecio de Número 184, Emilia sacudió la cabeza.

Dentro de su pecho, el calor comenzó a concentrarse en algún lugar que no era su corazón. Tal y como dijo Subaru, esas palabras siguieron subiendo a la superficie de su mente.

Una sensación feroz intensa hasta el punto de la incomodidad, hinchándose insoportablemente en su corazón.

 

Cerrando los ojos, suprimiendo la emoción turbulenta, Emilia miró de un lado a otro de la catedral antes de hablar.

 

Emilia: Vamos a vencer a Regulus. Para hacerlo, quiero que todas me ayuden.

 

Esposas: …

 

Emilia: No sé qué tratamiento han sufrido de la mano de Regulus hasta ahora, pero incluso yo, que sólo estuve brevemente en contacto con él, puedo ver que Regulus está equivocado.

 

Fue tomada por él mientras estaba inconsciente, y había pedido su mano en matrimonio tan pronto como ella se despertó. Entonces, ella se sintió inmediatamente abrumada por la ceremonia de boda, y se le informó de las ideas de Regulus sobre el matrimonio y la forma en que trataba a sus esposas.

 

Esto estaba muy lejos de los felices matrimonios de los que se le había hablado a Emilia.

 

Emilia: No quiero perder contra Regulus. Entiendo que en la batalla, el bien y el mal es irrelevante para el éxito o el fracaso. Pero ahora mismo, aquí mismo, no quiero perder contra Regulus. Estoy segura de que si pierdo… lo que es importante será pisoteado.

 

Número 184: Lo que es importante… ¿eh?

 

Emilia: …

 

Número 184: Si no querías morir, debiste haber obedecido al Honorable Esposo desde el principio, o deberías haber intentado huir sin tener en cuenta nada más. Ambas cosas eran posibles. Claramente, eso habría sido lo mejor para ti.

 

Con una mirada oscura, Número 184 le respondió Emilia.

 

Número 184: ¿Qué pasó con el Santo de la Espada y ese Caballero tuyo que te acompañaban antes? Se encontraron con el contraataque del Honorable Esposo y cayeron en la batalla. Y sólo tú huiste aquí.

 

Emilia: En absoluto. Ya sea Subaru o Reinhard, siguen combatiendo a Regulus. Ellos confían y esperan por mi regreso.

 

Número 184: ¿Qué podrías lograr regresando aquí? Y luego, diciendo que necesitas nuestra ayuda y tal… no entiendo lo que quieres decir.

 

Emilia: ¿De verdad no entiendes lo que quiero decir?

 

Número 184: ¿——?

 

Ante el interrogatorio de Emilia, Número 184 levantó la ceja sin decir nada.

Esta reacción natural no parecía forzada en lo más mínimo. Aunque parecía más que todo resignación, Número 184 nunca había dicho palabras con el propósito de engañar a Emilia hasta ahora.

En otras palabras, ella no tenía ni idea—

 

——de que el «corazón» de Regulus había sido confiado a sus esposas, ella incluida.

 

Emilia: ¿Y las demás? Escuchen, ¿están realmente de acuerdo con esto? Querer hacer algo, querer que alguien más haga algo, ¿no hay nadie que aún piense así?

 

Número 184: Por favor, detente. Yo te escucharé. Si tienes preguntas, por favor pregúntame. Mi respuesta es la respuesta del colectivo.

 

Mientras Emilia intentaba leer las intenciones de las mujeres que la rodeaban, Número 184 le respondió con palabras duras.

Testaruda, o tal vez valiente, Emilia recordó que por su bien ella incluso había cuestionado a Regulus, arriesgando su propia vida.

Aunque esa había sido una forma de altruismo…

 

Emilia: Lo que importa es que tengo la sensación de que has abandonado tu propia vida.

 

Número 184: …

 

Emilia: En realidad, tú eres la que menos de acuerdo está, ¿cierto?

 

Recordó que, al principio de todo esto, fue Número 184 quien habló con Emilia.

No sólo porque Regulus le había ordenado que se hiciera cargo de Emilia. En lugar de Emilia, ella había ofrecido sus opiniones a Regulus, se puso de pie en nombre de otras esposas, y ahora mismo ella pretendía recibir las palabras lanzadas a todas ellas.

 

Esta clase de posición la colocaba como la confidente de Regulus, lo que podría crear la sospecha de que estuviera manipulando oportunamente a Emilia y a las esposas.

 

Emilia: Pero, no creo que ese sea el caso. No eres el «corazón» de Regulus. Me gustaría creer esto.

 

Emilia había sido salvada numerosas veces por Número 184.

No la protegía de forma visible a simple vista, ni tomaba sus manos para guiarla.

En cambio, se aseguró de que Emilia estuviera preparada para seguir adelante frente a una incomprensible malicia.

 

Alguien que se preocupaba tanto por los demás…

 

Emilia: No te imagino siendo la verdadera esposa de alguien así.

 

Número 184: …Tal vez te hablé porque quería que creyeras eso, ¿sabes?

 

Emilia: Bueno… Mi cabeza no es tan buena, así que si estabas tratando de engañarme, puede que me hayas engañado al instante. Pero…

 

Emilia no sabía si ella era vista favorablemente.

Actualmente, los compañeros de Emilia la apoyaban no porque Emilia los hubiera elegido ni porque hubiera esperado que ellos fueran sus compañeros.

Había sido porque todos los compañeros de Emilia la habían elegido.

 

Pero, tampoco es que se sintiera especialmente bien por haber sido elegida.

Más bien, siempre se había sentido incómoda, temiendo tener que cumplir con las expectativas.

Sin embargo, quería responder y ser capaz de responder a las expectativas depositadas en ella. Eso esperaba.

 

Emilia: Quiero creer en ti. Eso es lo que elegí.

 

Número 184: …

 

Emilia: ¿Por qué das la cara por aquellas que callan? ¿Por qué, a pesar de la rendición en tus ojos, me ayudaste? ¿Por qué estás—?

 

Número 184: —Sólo haces preguntas.

 

Interrumpiendo la pregunta de Emilia, Número 184 sacudió la cabeza.

Entonces, por primera vez desde que Emilia llegó aquí, levantó la vista lentamente y la miró.

 

Sentimientos congelados en una expresión rígida.

Ojos secos y labios cerrados.

Este sentimiento de pena llevó el ya hermoso rostro de la mujer a otro nivel.

Sin embargo, lo que ella estaba pensando era—

 

Número 184: Por favor, vete tan pronto como puedas. Si el Honorable Esposo nos ve, todas moriremos.

 

Emilia: Escúchame…

 

Número 184: No tengo ninguna razón para responder a estas preguntas. Ya no eres la esposa del Honorable Esposo. No como nosotras.

 

Emilia: —Yo… soy una semielfa.

 

Número 184: ¿Eh?

 

Frente a la confesión de Emilia, la mujer se quedó en silencio.

Al darse cuenta de que había hecho algo inesperado, Emilia sonrió levemente. Por otro lado, la mujer finalmente entendió el significado de la confesión de Emilia.

 

Ella entendió que, de pie frente a sus ojos, estaba una semielfa de cabello plateado.

 

Número 184: Cabello plateado… semielfa…

 

Emilia: En realidad, hasta ahora, tú y yo hemos sido diferentes. Situaciones diferentes, orígenes diferentes, diferentes incluso en nuestras cualidades más básicas. Pero, nunca pensaría en algo como «somos tan diferentes que, por lo tanto, no tenemos ninguna conexión».

 

Número 184: …

 

Emilia: Las cosas que tú y yo vemos son seguramente las mismas. Cuando estés triste, querrás llorar; cuando encuentres algo que no puedas resolver, te enfadarás; cuando encuentres algo feliz, reirás con alegría. Es lo mismo, ¿verdad?

 

Número 184: ¿Qué es exactamente lo que intentas decir?

 

Ante las apresuradas palabras de Emilia, Número 184 suspiró.

Emilia se encontró confundida ante esa pregunta. Qué quería decir exactamente, si quería decirlo o no, ella misma no podía entenderlo.

Esto demostró que se estaba volviendo demasiado emocional, pero eso le hizo olvidar el tema y salirse del camino. Ella debería aprender de Subaru, y decir lo que quería más directamente…

 

Emilia: Es decir, yo…

 

Había cosas que ella quería saber. Había cosas sobre las que quería preguntar.

Cosas sobre el «corazón» de Regulus. Cosas sobre ponerse de pie y tomar el papel principal de las esposas. Con su expresión totalmente derrotada, habiendo protegido a la casi derrotada Emilia.

 

Esperaba que ella le dijera todo eso.

Y una cosa más, algo que necesitaba saber primero.

 

Eso era…

 

Emilia: ¿Podrías… decirme tu nombre?

 

Número 184: …

 

Emilia: Me llamo Emilia, sólo Emilia. Aunque soy una semielfa con circunstancias diferentes a las tuyas, seguramente comparto similitudes contigo.

 

Número 184: Jmf…

 

Emilia: Si podemos ver las mismas cosas, sentir las mismas cosas, compartir las mismas esperanzas… Ciertamente, hablar no carecerá de significado.

 

Hace mucho tiempo, ella se presentó así.

 

Cuando su corazón se había desbordado por la inquietud, cuando se había convencido de que no tenía a nadie en quien apoyarse, cuando sentía que había sido tragada por las adversidades.

En ese entonces, ella había sido atraída por las mismas palabras.

 

Incluso hoy en día, pensó.

 

En ese entonces, eso la hizo muy feliz.

El chico que tampoco conocía el linaje de quien tenía delante de él simplemente reconoció su existencia, y eso la había hecho muy feliz.

 

Cuando ella pensó que estaba a punto de ser rechazada pero de repente le lanzaron palabras como esas, ella no pudo evitarlo.

 

Número 184: …

 

Una vez más, tuvo que pedir prestada la fuerza de Subaru.

Ella estaba pidiendo prestado de todos lados, y luego juntó todo desesperadamente.

Pero fue suficiente.

 

Número 184: Deja… de bromear… ¿Por qué… a estas alturas…?

 

Frente a Emilia, la mujer Número 184 se llevó las manos a la cabeza, sacudiéndola como si no pudiera aceptarlo mientras exhalaba con fuerza.

Su cara estaba llena de agonía, su voz de resentimiento, y sus ojos daban la impresión de que estuvieran mirando algo que odiaba.

 

Ésta era la primera emoción genuina que Emilia había sacado de ella.

 

Número 184: ¡¿Por qué después de todo eso, de repente dices algo como que podemos ser humanos de nuevo?!

 

Como para liberar el flujo de la emoción largamente reprimida, gritó en lamentos.

 

Número 184: No es que no ser humano sea importante, ser una muñeca está bien. Ese hombre… está satisfecho si simplemente actuamos como muñecas obedientes. Si jugamos como muñecas, nuestras vidas permanecerán sanas y salvas. Perduramos hasta hoy sólo porque pudimos creer esto… ¡así es!

 

Materializando la fuerza de sus sentimientos, se enfrentó a Emilia.

Semejante forastera que no sabía nada, ¿qué podía saber de personas como ella que luchaban desesperadamente por mantenerse con vida?

 

Número 184: ¡¿Qué sabes de nosotras?!

 

Emilia: Sé que ustedes son increíblemente amables.

 

Número 184: ¡¿Qué es lo que, sabes de nosotras?!

 

Emilia: También sé lo duro que han trabajado para aguantar.

 

Número 184: ¡¿Qué sabes… siquiera… de nosotr—?!

 

Emilia: —Sé que todas ustedes están pidiendo a gritos ser salvadas.

 

Al oír las palabras de Emilia, la mujer levantó la cara, como si se recuperara de repente.

Con los ojos abiertos y redondos, con los labios luchando y moviéndose débilmente.

 

Ni una sola palabra, no podía pronunciar nada en absoluto.

Porque, hasta ahora, si alguna de ellas lo hubiera dicho, sus corazones seguramente se habrían rendido.

 

La desesperación del deseo de ayudar y la esperanza de encontrar la salvación son dos caras de la misma moneda.

Hasta ahora, albergar tales esperanzas había estado prohibido. Para evitar que sus mentes se quebraran, esos pensamientos fueron suprimidos en sus corazones.

 

Y el resultado de esto era el estado actual de ellas, con el más simple de los gritos de ayuda sellados en el fondo de sus corazones.

 

Emilia: «Quiero ser salvada»; todas ustedes lo dicen. Así que las salvaré. Las liberaré de las manos de Regulus. Y para lograrlo—

 

Número 184: …

 

Emilia: Por favor, préstenme su fuerza. Por favor, ayuden a los que ahora mismo están todavía en la batalla; por mí, y por ustedes.

 

Emilia bajó la cabeza.

Con sinceridad, habiendo declarado sus esperanzas, Emilia bajó la cabeza.

 

Ella miraba fijamente al suelo.

Su corazón latía dolorosamente, y la atmósfera apenas perceptible que la rodeaba se sentía como si fuera un huracán.

Ella sostuvo su cuerpo, ahora al borde del desmoronamiento, apretando los dientes para fortalecer su corazón.

 

Pero ella no era la única que sentía miedo.

Porque, ciertamente por mucho más tiempo del que ella imaginaba, estas mujeres habían vivido una pesadilla de la que no podían despertar.

Y entonces…

 

Número 184: …Por favor, espera un momento.

 

Emilia: …

 

Mordiéndose el labio, la mujer le habló a Emilia, quien había mantenido la cabeza baja.

Luego, con una respiración profunda, ella movió la mirada hacia otro lugar: hacia las esposas que habían observado el diálogo manteniéndose en línea y en silencio.

 

Número 184: Me gustaría hacerles una pregunta. Una que hasta ahora no le he formulado a nadie.

 

La mujer hizo una pausa por un momento, y las esposas en silencio mostraron expresiones rígidas.

Emilia tampoco podía formar una sola frase, y así esperaba el resultado.

 

En semejante mar de miradas que podrían detener la respiración de cualquiera, la mujer que siempre hizo de líder de las esposas habló.

 

Número 184: ¿Hay alguien a quien le guste ese hombre?

 

La pregunta que planteó la mujer ladeando suavemente la cabeza, se extendió por toda la catedral.

Emilia quedó desconcertada, mientras que las esposas que habían permanecido en silencio simplemente se miraron unas a otras. La confusión acompañó a la débil emoción que se elevó en sus mentes.

Como una onda, se extendió.

 

Esposa: …Lo odio.

 

Quien dijo eso no fue Emilia ni la mujer que actuaba como representante de las esposas, sino una de las esposas sentadas en las filas: una mujer de pelo corto.

Esas palabras, que apenas habían sido exprimidas, sorprendieron no sólo a Emilia.

 

Yo también lo odio. Lo odio. Siempre lo he odiado. Lo odio, realmente lo odio. Es muy raro. Le falta un tornillo en la cabeza. ¿Le ha gustado alguien antes? Sólo se quiere a sí mismo. No sé cuántas veces lo he rechazado en mi cabeza. Quiero llorar. Pero no puedo. Lo odio. Debería morir. Lo odio más que nada. Lo odio odio odio, realmente lo odio. Su mirada es odiosa. La forma en que enfatiza las palabras es odiosa. La forma en que camina es odiosa. Su carácter es odioso. Es imposible amarlo por naturaleza. Lo odio más que ayer. Lo odiaré más mañana. Asqueroso. Pervertido. Tiene el cerebro de un niño. Incluso un niño sería mejor. Incluso un dragón sería mejor. Nadie podría ser un buen partido para él. Lo rechazo visceralmente. Lo odio odio odio. Me da ganas de vomitar. No sé cuántas veces he pensado en matarlo a golpes. Lo peor. Lo peor de lo peor. Estar cerca de él me da náuseas. Su toque me hace sentir como si me estuviera pudriendo. Mi corazón murió. El enemigo de mi familia. ¿Cómo podría gustarme si me secuestró por la fuerza? ¿Es posible una malicia tan inconsciente? Quiero que sufra y muera. Habla y habla como un loro; me dan ganas de matarlo con cada sílaba que le oigo decir. Espero que sus entrañas se pudran. Devuélveme a mi amante. Quiero ir a casa, quiero ir a casa… No quiero que me ayudes, asesínalo a él. Escoria bastarda. Verdaderamente odioso, ¡lo odiaré siempre! No existe una mujer a la que le gustaría él, ¿verdad? Ni un hombre. Ningún humano lo querría nunca.

 

Como si una presa se hubiera roto, las esposas derramaron las palabras que habían sido suprimidas en sus corazones hasta ahora.

Las palabras que se desbordaban eran de resentimiento y asco que habían acumulado durante demasiado tiempo en sus corazones, llenos de años de odio y sufrimiento; ciertamente no eran sentimientos que pudieran traer alegría.

 

—Aun así, sus expresiones al soltar esas palabras se volvieron positivamente radiantes.

 

 

Número 184: Han sido unánimes, aun siendo la primera vez que dicen a alguien sus opiniones.

 

Emilia: Tú también, ¿hay algo que quieras decir?

 

Número 184: Sí, lo hay.

 

Después de escuchar las confesiones de las esposas, la mujer se dio vuelta para encarar a Emilia.

Acariciando su largo pelo rubio y sonriendo ampliamente ——dejó de lado la orden que le prohibía sonreír y, por primera vez, reveló su hermosa sonrisa.

 

Número 184: Odio a ese hombre. —Por favor, ayúdanos.

 

Y con una leve sonrisa, se firmó la declaración de divorcio.